2-1. Remontada de raza: la UD Ibiza se agarra al sueño del liderato

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La UD Ibiza aún tiene gasolina en el depósito. En una noche de suspense en Can Misses, el equipo celeste le dio la vuelta al marcador ante el Fuenlabrada (2-1) y se agarró con uñas y dientes a la pelea por el liderato. No fue un partido brillante, pero sí de esos que construyen campeones: con carácter, con pegada en los momentos justos y con un golazo de bandera para enmarcar.

La contienda arrancó torcida. Apenas se habían acomodado los aficionados en sus asientos cuando el primer susto heló la isla. Un error en la salida permitió a Garrido estrellar el balón contra el poste en el primer minuto. El Fuenlabrada enseñaba las garras sin rodeos, como quien avisa de que no piensa ser un convidado de piedra.

La respuesta celeste no se hizo esperar. Gallar, muy activo durante todo el primer acto, tuvo en sus botas el empate tras una acción embarullada, pero la mandó al cielo de Ibiza. Para añadirle picante al asunto, un gol en propia del cuadro madrileño fue anulado en una jugada de VAR milimétrico que levantó las primeras quejas en la grada.

El partido se enfrió después de ese arranque eléctrico. Entre imprecisiones y roces de medio campo, fue el Fuenlabrada el que golpeó primero: Abde, viejo conocido de la casa, pescó un balón suelto en el área y castigó la tibieza defensiva de la escuadra ibicistsa. El extremo pidió perdón de inmediato, pero el daño ya estaba hecho.

Pudo el Fuenlabrada agrandar la herida antes del descanso, pero un inspirado Ramón Juan evitó el segundo con una parada salvadora. Y cuando el primer tiempo agonizaba, llegó la vida para los celestes: falta lateral, Gallar pone un caramelo al segundo palo y Guillem cabecea con alma de delantero. El 1-1 cambió el gesto de los locales de camino a vestuarios.

Paco Jémez, incómodo con lo visto, movió ficha al descanso: fuera Quique González, dentro Eugeni para agitar el ataque. Y la jugada le salió redonda. Porque a los tres minutos de la reanudación apareció Bebé, ese jugador capaz de romper cualquier libreto, para inventarse un misil teledirigido desde su casa que se coló en la escuadra sin pedir permiso. Un gol que levantó a todo el estadio y que vale más que tres puntos: vale fe.

A partir de ahí, el choque entró en terreno pantanoso. La UD Ibiza, con ventaja, optó por dormir el partido ante un Fuenlabrada atascado, sin ideas y cada vez más resignado. Hubo ocasiones para sentenciar —otra vez Gallar, otra vez Zarzana—, pero la pólvora seguía algo mojada.

No hizo falta. La expulsión de Aguza en el tramo final acabó de ponerle el candado al resultado. Sin sufrir en exceso, el Ibiza amarró una victoria que sabe a oxígeno puro en este esprint final por el ascenso.

La primera de las cinco finales ya está en la buchaca. Y en Can Misses, pese a la asistencia discreta de 2205 espectadores, se empieza a oler que algo grande puede estar cocinándose.

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