Hay eventos que se organizan porque toca, porque hay que cumplir con un calendario. Y luego están los que nacen porque alguien, en algún momento, decidió que se podía hacer algo mejor. Las Jornadas de Entrenadores del CB Sant Antoni son eso: un paso adelante con sentido. Sin postureo, sin fuegos artificiales. Formación de verdad. Contenido de verdad. Y este año, además, con Jota Cuspinera como voz principal.
Durante dos días, el Pabellón de Sa Pedrera no fue una cancha más. Fue un espacio vivo, donde se respiraba baloncesto del bueno. Del que no se mide en estadísticas, sino en preguntas. En dudas. En esas pequeñas grietas del conocimiento por donde se cuela la evolución. Allí no se escucharon discursos prefabricados ni frases sacadas de manual. Cuspinera vino a provocar. A hacer pensar. Y eso, cuando uno lleva años en esto, se agradece más que cualquier fórmula mágica.
El entrenador vasco, curtido en mil batallas entre los banquillos de ACB, se sentó frente a un grupo de técnicos con hambre y les dijo, sin decirlo: “no vengo a enseñaros nada que no podáis descubrir por vosotros mismos”. Y ese fue el punto de partida. Lo demás, pura construcción colectiva. Habló de defensa, sí. Del paso del mano a mano al bloqueo directo, también. Pero lo más interesante fue lo que quedó flotando en el aire: la idea de que un entrenador no deja de formarse nunca.
Lo que se vivió en Sant Antoni no fue una clase magistral. Fue una conversación honesta entre gente que ama el baloncesto. Que lo estudia, lo discute, lo moldea. Cuspinera no vino a dar respuestas, vino a remover las preguntas. A dejar sobre la mesa la necesidad de revisar lo que damos por válido. Porque, como él mismo apuntó, formar es mucho más que enseñar a ganar: es enseñar a pensar. A entender el juego como un proceso en el que siempre se puede ir un poco más lejos.
El mérito no es solo suyo. El CB Sant Antoni apostó fuerte y bien. Con el respaldo de la Federación Balear, el Ayuntamiento y el apoyo de Ibiza Feeling Hotels, montaron unas jornadas que no buscan coleccionar nombres, sino construir cultura de baloncesto. De la que se queda. De la que transforma.
Porque sí, la foto fácil sería decir que Ibiza fue testigo de una clase de alto nivel. Pero sería quedarse corto. Lo que ocurrió en Sa Pedrera fue otra cosa. Fue un grupo de entrenadores saliendo de su zona de confort. Fue un técnico con experiencia en la élite compartiendo sin superioridad. Fue, sobre todo, la confirmación de que en sitios como Sant Antoni también se puede construir conocimiento de primer nivel.
Al final, nadie salió con una receta bajo el brazo. Pero todos se fueron con algo más valioso: la certeza de que vale la pena seguir buscando. Porque en este juego, los que no se hacen preguntas se quedan atrás.
Y eso, precisamente eso, es lo que dejó Cuspinera. No una lección, sino una inquietud. Una semilla.