En Can Misses, este domingo no se habló de justicia. Porque en el fútbol, a veces, hacer más no basta. La UD Ibiza firmó un empate sin goles frente al Real Madrid Castilla que supo a derrota. No porque el rival no mereciera el punto, sino porque los de Paco Jémez, especialmente en la segunda mitad, lo tuvieron todo para ganar… menos el gol.
El partido fue una montaña rusa de sensaciones. Y de frustraciones. Con este nuevo tropiezo, ya van cuatro jornadas sin celebrar una victoria, una sequía que comienza a dejar secuelas tanto en la tabla como en la moral. El líder, el Ceuta, ya se escapa a cuatro puntos, y las dudas —esas que parecían enterradas hace semanas— han vuelto a instalarse en la isla.
El inicio fue parejo, con dos equipos que no se guardaron nada. El Castilla, con ese descaro habitual de los filiales, plantó cara desde el primer minuto y encontró espacios con la velocidad de Víctor Muñoz por la izquierda. Bebé, por parte del Ibiza, fue el más activo en los compases iniciales, aunque el plan de Raúl funcionó y logró apagar su chispa con ayudas constantes y marcajes férreos.
Las primeras ocasiones llegaron tras el minuto 15, con un remate de Mo Dauda que no sorprendió al meta De Luis, y una jugada embarullada de Gallar que no llegó a buen puerto. No fue un vendaval, pero sí los primeros síntomas de que el equipo empezaba a morder.
Sin embargo, el Castilla respondió con peligro. Youssef obligó a una intervención brillante de Ramón Juan y por momentos el Ibiza pareció desorientado, como si el partido le pidiera algo más de lo que estaba dispuesto a ofrecer. El descanso llegó con empate, pero también con la sensación de que algo debía cambiar.
Y cambió. Jémez metió mano en el dibujo, apostó por una defensa de tres, carrileros con recorrido y dos puntas bien abiertos. El equipo respondió. El Ibiza salió en tromba, se adueñó del balón y empezó a empujar al Castilla hacia su área. Bebé rozó el gol con un disparo seco tras un córner. Luego Mo Dauda tuvo un mano a mano que se fue por centímetros. Y poco después, Astals firmó una jugada personal que mereció acabar en la red, pero se estrelló en la escuadra.
Fueron minutos de dominio absoluto. De fútbol con ritmo, con ambición. Pero también de ocasiones perdidas que, a estas alturas del campeonato, pesan más de la cuenta. Porque mientras el Ibiza perdonaba, el Castilla esperaba su oportunidad. Y casi la encuentra en un disparo de Ruiz que desvió Ramón Juan con ayuda del poste.
El partido entró entonces en esa fase caótica que tanto gusta al espectador pero desespera al técnico. Ida y vuelta, piernas cansadas, decisiones precipitadas. Gori, que entró con chispa, tuvo dos opciones clarísimas para deshacer el empate. Pero el balón, tozudo, no quiso entrar.
El pitido final fue un suspiro de frustración. No hubo reproches desde la grada, pero sí un silencio espeso, de esos que hablan sin necesidad de palabras. Porque el equipo lo intentó, lo buscó, lo mereció… pero no lo logró. Y en este tramo de la temporada, lo que no sumas hoy, lo puedes lamentar mañana.
La UD Ibiza sigue viva en la pelea, pero empieza a caminar por el alambre. Con el Ceuta escapado y los perseguidores apretando, cada punto cuenta. Y los que se escapan, como este, duelen el doble. No es momento de alarmas, pero sí de reflexión. Quedan jornadas por delante, pero también menos margen de error.
Hay que volver a ganar. Y pronto. Porque el ascenso no espera.