Si por algo será recordado este año futbolístico que se acaba en las Pitiusas será por ser el de la explosión de la bomba UD Ibiza. En el seno del club celeste ha pasado de todo: la eliminación más triste que se recuerda en un play-off, el ascenso en diferido más inesperado, aumento de la masa social, 4 entrenadores, muchísimos futbolistas… recapitulemos.
El club presidido por Amadeo Salvo comenzó el año en Tercera, cargado de ilusión por subir pero con dudas en su fútbol y en sus resultados. El míster Toni Amor no convenció y dejó su sitio a Rufete, quien no consiguió tampoco reconducir la situación del todo y que le alcanzara para ser campeón. La UD se tuvo que conformar con la tercera posición, por detrás de unos Mallorca B y Poblense intratables. Llegó el play-off y la cosa mejoró. El conjunto celeste avanzó hasta la última eliminatoria, dejando en la cuneta a Algeciras y Getafe B, pero entonces llegó la tragedia. Tocó otro filial, el Levante B y, tras el 1-0 en Can Misses, gracias a una obra de arte de Diego Gregori, se viajó a la ciudad deportiva de Buñol con toda la fe del mundo. Pero la derrota por 1 a 0 condujo a la tanda de penaltis más trágica, surrealista e inverosímil que los buenos aficionados al fútbol tendrán en su memoria. El resultado es de todos conocido: con 3 a 1 a favor, errores de Terán, Abel y De las Heras y adiós a la Segunda B… momentáneamente.
Semanas después, con el equipo ya confeccionado para disputar de nuevo la Tercera balear, a la UD se le abrió el cielo con el “affaire” Lorca FC. El conjunto murciano dejó una plaza libre en la categoría de bronce que, como todo el mundo sabe, acabó cazando el bloque ibicenco tras varios días de incerteza, llamadas, nervios e ilusión. Ah, y 483.000 euros mediante. Comenzó entonces el salto cualitativo del club a todos los niveles, encuadrado en el exótico grupo 4 de Segunda B, el de los andaluces, murcianos y extremeños, además de Melilla y Talavera.
La aventura en la categoría de bronce comenzó con el agitamiento, forzoso y contra el cronómetro, de la plantilla. Saltaron 6 futbolistas y llegaron algunos más, entre ellos el jugador de la Serie A italiana Marco Borriello, quien dio impulso mediático al proyecto. Pese a la inesperada victória en la primera jornada, aún en el caluroso agosto sevillano, en el campo del Sevilla Atlético, al equipo le costó arrancar. Este inicio dubitativo le costó el cargo a Ñoño Méndez, quien llevaba la nave tras el adiós de Rufete.
Llegó entonces al banquillo otro mediático, Andrés Palop, cuarto técnico de 2018, quien de momento ha reconducido el rumbo, no sin algún que otro palo de ciego (Cartagena, no te olvidamos), hasta acabar 2018 cerca de la zona noble, oliendo, aún algo de lejos, un play-off que es el objeto de deseo de la entidad que preside Amadeo Salvo. Habrá que esperar que traen los Reyes Magos en forma de fichajes para ver dónde está el techo real de un club que no para de crecer.