Por Pablo Sierra del Sol

El código genético de Martí Riverola Bataller (Barcelona, 1991) es cien por cien culé. Mamó barcelonismo en su familia y en las categorías inferiores barcelonistas, donde le hicieron centrocampista de primer toque y proyección ofensiva. Habla de Guardiola como si fuera un segundo padre. De hecho, el apellido del actual entrenador del Manchester City aparecerá más veces en la conversación que la palabra “Barça”. Pep le hizo debutar en un partido de Champions League vestido de blaugrana. Riverola jugaba bastante con el filial, pero conseguir un asiento en el vestuario del Camp Nou era otro cantar y tuvo que hacer las maletas y marcharse a Italia, un país que conoce con detalle. Su carrera está tan llena de contratiempos como de historias apasionantes. Riverola es un trotamundos: también ha jugado en Holanda y Austria, y sabe lo que es defender la camiseta de un equipo de Primera en horas bajas porque aterrizó en Mallorca tras un descenso que tuvo consecuencias dramáticas. Ahora quiere aportar todo lo aprendido en el camino a la Unión Deportiva Ibiza, donde está llamado a ser uno de los referentes de la plantilla que entrena Palop. Este es el relato de sus veinte años como futbolista contados en primera persona.

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“Fui a hacer una prueba con seis años a la Escola del Barça. Me dijeron que siguiera yendo a entrenar porque les había gustado. Estuve allí casi dos años. Después entré en el Benjamín B, que lo crearon justo cuando entré yo. Antes, lógicamente, no había jugado federado en ningún equipo. Más de una vez jugué dos partidos el mismo fin de semana porque subíamos a Olot a ver a mi abuela materna y, a veces, iba a echarle una mano al equipo en el que jugaban mis amigos del pueblo”.

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“Yo me crié entre Sarrià y Les Corts. Muy cerquita del Camp Nou. Mi suerte fue no ir a vivir a La Masia. Comía muchos días allí con el resto de canteranos pero siempre iba a dormir a casa, con mis padres. A los niños más pequeños lo que les va bien, al final, es no perder el contacto con la familia. Siendo tan chiquitito, no te enteras realmente de que estás ya en un club tan grande. Cuando eres pequeño tú quieres una pelota de fútbol y jugar con los amigos. Da igual que te pongas la camiseta del Barça o cualquier otra camiseta. Lo importante es que te diviertas en el campo. Pasar de la Escola al Benjamín B, sin embargo, sí supuso un cambio. Tenías que comer bien, dormir las horas que tocaba, cuidarte… Había obligaciones. Estar allí era un privilegio, pero debías renunciar a ciertas diversiones. Tener un compañero de clase que juega en el Barça llama mucho la atención. A la hora del patio sabías que a unos les encantaba jugar contigo en su equipo y, otros, en cambio, se tomaban muy en serio la pachanga del recreo si te tenían en contra”.

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“En todos los cumpleaños, cuando cerraba los ojos para soplar las velas, siempre pedía lo mismo: debutar algún día con el primer equipo. Hacerlo en un partido de Champions League, en el Camp Nou, y con Guardiola como entrenador es algo imborrable. Con él aprendí muchísimo, no solo a nivel futbolístico. Desde el punto de vista humano, a la hora de transmitirte las cosas, en muchos aspectos de la vida, es un maestro fantástico. Cuando vas convocado con el primer equipo no sabes si jugarás o no. Ir simplemente a un partido con ellos ya es otro mundo. El preparador físico me preguntó si estaba preparado cuando me mandaron calentar. Le contesté: “¡Llevo toda la vida preparándome para este momento!” Me moría de ganas por disfrutar del fútbol con esa camiseta y en aquel estadio”.

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“Salí en el minuto 57 de aquel partido contra el Bate Borisov sustituyendo a Sergi Roberto, un nano con el que tengo muy buena relación porque hemos jugado durante muchísimo tiempo en los mismos equipos del Barça. A día de hoy seguimos hablando y nos vamos a veces juntos de vacaciones. Es un tío espectacular. Ha sido una suerte que haya podido calar tanto en el primer equipo del Barça. Gente como él transmite una manera de entender el fútbol y unos valores muy importantes. La frase aquella que decía el personaje de Del Bosque en el Crackòvia –“es un buen chico”– cuando hablaba de él es totalmente cierta. A mí me encantó una cosa que dijo Guardiola sobre Iniesta en una rueda de prensa cuando lo definió, además de como un futbolista impresionante, como una persona que siempre hacía bien las cosas. Creo que esa definición también puede aplicarse a Sergi Roberto. No tiene conflictos con nada ni con nadie y, en cambio, es un grandísimo profesional que no se arruga nunca”.

“Los valores no solamente se aprenden en el Barça. También vienen de casa. Una faceta sin la otra no funciona. Por La Masia hemos pasado muchos chicos y, en algunos casos, no es fácil de gestionar por parte de los padres la euforia que significa el privilegio de ser canterano barcelonista. Depende de lo que viva en casa y de cómo sea mentalmente el canterano encarará su carrera futbolística de una manera u otra. En el Barça te dan las premisas para que te comportes dentro y fuera del campo de una manera pero el carácter de cada cual acaba siendo definitivo. En la cantera culé las directrices van de arriba a abajo y todos reman hacia la misma dirección. La filosofía de juego, el primer toque y hacerlo fácil, sobre todo, te lo inculcan desde el minuto cero”.

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“A Bojan también lo conozco bien. Tiene un año más que yo y para nuestra quinta siempre fue un referente. Que alguien tan joven debutara con el primer equipo y marcara goles fue un gran estímulo para nosotros, que todavía estábamos en el juvenil. Él tenía todas las cosas que cualquiera podía admirar y su ejemplo nos obligaba a esforzarnos el doble. En esa época, 2009, ganamos la Copa de Campeones de Liga en categoría juvenil. Viví ese éxito como protagonista y, en aquel momento, donde no había Champions de juveniles, aquella competición era lo máximo a lo que podíamos aspirar. Desde joven se ven las ideas y criterios del futbolista. En infantiles, jugábamos contra el Espanyol sabiendo que era un partido a vida o muerte. Había ambiente de fútbol y eran partidos espectaculares”.

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“Guardiola hizo un trabajo irrepetible cuando llegó al primer equipo. Hizo subir a Pedrito o Sergi Busquets, que aportaron su granito de arena en aquella plantilla. Lo ganaron todo jugando como nadie. Nosotros, en aquel momento, formábamos una generación muy buena en el juvenil, primero, y después, en el filial, pero la grandísima competencia que había arriba nos hizo muy difícil dar el paso y asentarnos en el primer equipo. En el Barça Atlètic coincidí con futbolistas como Sergi Sanz o Nolito, que están los dos en el Sevilla. En mi segunda temporada vino Kiko Femenía, que había destacado mucho en el Hércules. Ya estaban Bartra, Muniesa, Fontàs, Jonathan dos Santos, Thiago… Ninguno de ellos está ya en el Barça, pero eran compañeros espectaculares. Fíjate, quedamos terceros de una división tan dura como la Segunda A. El tiempo ha confirmado que ese resultado no fue casualidad porque muchos de esos jugadores se han vuelto muy competitivos y están en grandes clubes”.

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“Cuando estaba en el B, Guardiola me hizo jugar algunos partidos de pretemporada con la primera plantilla. Te enseñaba muchas cosas, seguramente, sin ser consciente de que te las estaba enseñando. Era muy fácil interiorizar su forma de ver el mundo. En el filial tuve de entrenadores a Luis Enrique y Eusebio. Mamaban de la misma filosofía futbolística que Guardiola pero los perfiles de cada uno eran muy distintos. Guardiola y Luis Enrique son dos competidores, pero intentan llegar al mismo sitio con mensajes diferentes. Creo que fue Dani Alves quien dijo que si Guardiola le ordenara tirarse de un cuarto piso, él se tiraba porque estaba convencido de que había algo bueno allí debajo. Creo que conseguir ese nivel de confianza en el futbolista es algo muy difícil de lograr. En el fútbol, cuando todos van hacia el mismo sitio, se nota. Si alguien que viene de un contexto diferente y que encima tiene un carácter particular, como Alves, le idolatraba, imagínate los que éramos de la casa y le adorábamos desde niños por ser quien era. Luis Enrique, quizás, no era tan educativo como Guardiola, pero, tal vez, mucho más práctico. Luis Enrique era sota, caballo y rey para explicarte una idea, pero esa forma tan simplificada funcionaba perfectamente porque captabas su mensaje a la primera”.

“El primer año de Luis Enrique en el filial jugué muy poco por la gran competencia que había en esa plantilla y, en enero, me llamóChapi Ferrer para que fuera unos meses a jugar al Vitesse. Su equipo lo estaba pasando mal en la Liga holandesa y necesitaban refuerzos. Fue una experiencia espectacular. Acabamos salvando al equipo y aprendí a competir de verdad. Cambia mucha la mentalidad del futbolista de un filial cuando sale al extranjero a competir en una Primera División. Aquel vestuario estaba marcado por su diversidad cultural. Había muchos extranjeros, lo que no era del todo fácil de gestionar. Pero me amoldé muy bien, supimos gestionar una situación para la que el proyecto no estaba en principio preparado y pudo aprender mucho de futbolistas como Matic, que luego ha jugado en el Chelsea y el Manchester United. Lo que recuerdo perfectamente de la Liga holandesa es que, según empezaba el partido, los centrales subían a rematar jugada en cuanto veían un hueco. Tácticamente, era vivir en un mundo totalmente diferente al que había conocido. Era muy divertido, pero difícil de entender. ¡Por la ambición de meter el tercer gol no vamos a dejar nuestra defensa descubierta!”

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“Sé que suena típico, pero los jugadores que más me han marcado han sido Xavi, Messi, Iniesta y Busquets. Son cuatro futbolistas de otro mundo. Cuando subías a entrenar con el primer equipo del Barça, para cualquier chaval de la cantera, era espectacular hacer un rondo o un juego de posición con ellos. La pelota iba a un ritmo altísimo de forma muy intuitiva. Te contagiabas de esa calidad de una forma inconsciente porque resultaba facilísimo jugar con ellos”.

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“Escuchar el himno de la Champions, aunque sea en el banquillo, te pone la piel de gallina. Cuando pruebas esa experiencia, el momento de dejar el Barça es muy complicado. Es una de las decisiones que más me ha costado tomar en mi vida. Siempre se te queda la mosca detrás de la oreja de penar qué habría pasado si te hubieras quedado en el club, pero en aquel momento pensé que era la decisión correcta. La persona que me contactó del Bolonia vino a verme jugar muchas veces con el Barça Atlètic. Creo que fueron cinco fines de semana seguidos. Me explicaba que aquella squadra tenía una mentalidad diferente, que el estilo del fútbol italiano estaba cambiando… Aquel verano, el de 2012, además, la imagen que dio Italia en la Eurocopa fue muy atractiva por su carácter ofensivo. ¡Cuando llegué allí me di cuenta de que la realidad era muy distinta! El entrenador me dijo en el primer entrenamiento: jugamos con un 3-4-3. Claro, yo estaba acostumbrado al 3-4-3 de Guardiola, con tres defensas, un rombo en mediocampo y tres delanteros; la idea para jugar un fútbol propositivo que tenga la pelota y ocupe los espacios. El modelo italiano era realmente un 5-2-3: tres centrales, dos carrileros y centrocampistas de corte defensivo. La película dio un giro brutal. Teníamos una plantilla muy interesante con Gilardino, un jugador que ha marcado una época en el fútbol italiano, como estrella. Su compañero en la delantera era Diamanti, que también tenía nivel. El año no fue malo, pero siempre se me quedará la cosa de que teníamos un grupo suficientemente bueno como para plantar un poco más de cara a los grandes de la Serie A”.

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“Bolonia es una ciudad espectacular para vivir, pero no contaba. Allí solamente jugué un partido de Serie A. Fue en San Siro, de titular contra el AC Milan. Me sorprendió porque te dejaban jugar mucho… hasta el centro del campo. Cuando pasas la línea central notas un poquito de presión y si te acercas a cinco o diez metros del área, te muerden. Es un fútbol físico, pero no agobiante. Prima la táctica sobre la presión. Verás pocas veces al rival obstruyendo tu salida de balón. Por eso cuesta tanto chutar: te encuentras dos líneas de cuatro defendiendo y es casi imposible encontrar espacios por dentro”.

“Uno de los partidos que más me ha gustado jugarlo disputé curiosamente con el Bolonia. Fue en el Stadio di San Paolo, el campo del Nápoles. Los suplentes que no contábamos en Serie A jugamos de titulares allí contra Cavani, Hamsik y compañía un encuentro de Coppa Italia. Ganamos 1-2. ¡Dios mío, qué experiencia! Cuando todos los tifosisaltan en un fondo, la ciudad de Nápoles tiembla. Literalmente. No he visto un ambiente igual en mi vida. Banderas, tifos, camisetas, murales de Maradona. Todo eso te encuentras desde que el autobús del equipo sale del hotel para ir al estadio. Sacar un buen resultado de aquel infierno, para el visitante, es de las cosas más bonitas que te puedes llevar como futbolista”.

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“El Bolonia decidió cederme para que tuviera minutos. Primero fui a Mallorca. Llegué la temporada después del descenso, que había sido traumático para un club que había jugado muchos años en Europa y había jugado finales. Las expectativa era subir rápido a Primera División. Dos años después estaban en Segunda B. El tiempo ha demostrado que hasta que no se solucionan los problemas societarios no se pueden poner las bases para reconstruir un proyecto deportivo. Me supo mal no poder continuar allí porque Mallorca es una isla con muchísimo potencial futbolístico. Al verano siguiente me marché al Reinhord Altaf austríaco. Me rompí el pómulo y solo pude jugar cinco o seis partidos. Deportivamente fue bien porque nos acabamos metiendo en Europa League, pero lo realmente positivo fue conocer una cultura totalmente distinta como la germánica.Para la temporada 2015/2016 tuve que buscarme equipo de nuevo y De Zerbi, el actual entrenador del Sassuolo, me llamó para que me incorporara al Foggia, que estaba en Lega Pro, el equivalente a nuestra Segunda B. De Zerbi es un tipo de entrenador al que los italianos llaman trascinatore, es decir, un líder que te convence con su discurso para que le sigas hasta donde sea. Estaba tan preparado y lleno de convencimiento que le vi muchos paralelismos con Guardiola. Por eso decidí dar dos pasos hacia atrás, aparentemente, para jugar en el Foggia. Tenía que reconstruir mi carrera”.

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“Fue un año y medio muy emotivo el que pasé en Foggia. La primera temporada perdimos la final del playoff de ascenso contra el Pisa. Vivimos partidos muy emocionantes. Pese a que la categoría era modesta jugábamos, como locales o visitantes, en estadios que se llenaban con quince mil personas. Había fondos de animación y hasta bengalas. La gente es muy caliente y se hace notar en campos que se han quedado muy viejos. A veces, parece que están medio vacíos porque tienen zonas directamente inhabilitadas y que son fríos porque muchos cuentan con pista de atletismo y el público ve los partidos bastante alejado del césped. Pero cuando estás jugando allí dentro notas un caliu que marca la diferencia. Nosotros no perdimos ningún partido en casa aquella campaña. Solo cedimos cinco empates”.

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“El carácter de los habitantes del sur de Italia es muy diferente a los que viven en el norte. En el fútbol se nota también. En el sur sienten los colores de los equipos de su ciudad con un orgullo especial. Ser jugador en una ciudad de Apulia puede asemejarse en presión a la que siente un futbolista del Barça. Si las cosas iban bien eras mejor que Messi, pero si iban mal, tenían que solucionarse a la de ya. Fuimos a jugar un partido de Coppa Italia a Bari, el gran rival de la región, y les derrotamos, pese a que ellos jugaban en Serie B. Al volver a Foggia había cinco mil personas esperando al autobús porque no ganábamos un derbi desde hacía veinte años. A las tres de la mañana abrieron el estadio para que pudieran recibirnos como tocaba. En el fútbol italiano no caben medias tintas: o Milan o Inter, o Juve o Nápoles”.

“En Foggia recuerdan mucho a Zeman porque vivieron con él en el banquillo sus mejores años, llegando a la Serie A, en los noventa, y practicando un fútbol muy vistoso, pero luego encontraron con De Zerbi a su sucesor. Su modelo de juego, alegre y ofensivo, volvió a calar entre los aficionados. Con él volví a sentirme feliz jugando a fútbol por el protagonismo que me dio en unos sistemas que iban mucho con mi filosofía de juego. Acabábamos muchos partidos tirando quince veces a portería. Aunque le destituyeran justo al empezar mi segunda temporada en el equipo por diferencias con la directiva, De Zerbi es muy querido en la ciudad. El Foggia acabó subiendo a Serie B al final de aquel curso, pero yo me había idoen enero a la Reggiana”.

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“Jugué bastante el año y medio que estuve, otra vez, en la región de Reggio-Emilia y este verano estaba a punto de firmar por el Trapani, un equipo de Sicilia que iba a jugar en Serie C, pero me llamó Amadeo Salvo para que me uniera alaUnión Deportiva Ibiza. Creo que esta isla tiene mucho recorrido y que todos los que estamos aquí confiamos mucho en este proyecto. Yo tenía muchas ganas de volver a jugar en España y he venido a ayudar para conseguir los resultados que queremos que lleguen. No hemos empezado como nos hubiera gustado, pero creo que estamos engranándonos con las ideas del nuevo míster y que aún hay tiempo de hacer una gran temporada. Los resultados cortos que se dan en Segunda B engañan. Yo pienso que se puede jugar bien al fútbol en esta división, en campos grandes como el del Badajoz, el Recre o el Real Murcia y, también, aquí en Can Misses. También creo que Borriello nos ayudará mucho: él es un finalizador nato, una persona que le gusta hacer gol porque vive para ello. Tiene la portería entre ceja y ceja, quiere pisar área y acabar las jugadas siempre que pueda. Esa actitud nos tiene que encorajar al resto de la plantilla para jugar al ataque. Mi ilusión es que el público conecte con nosotros como pasó el domingo que ganamos al Badajoz. Eso es fundamental para que podamos poner al fútbol ibicenco en el lugar que se merece”.

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