Pablo Sierra del Sol Llegan a Can Cosmi puntuales, encamisados y un poco a la expectativa de lo que se encontrarán porque, según explican, nunca se han visto en una así. “Es la primera vez desde que soy presidente de la Peña Deportiva que me siento a cenar con otros presidentes de equipos de la isla para hablar de la situación del fútbol de Ibiza y Formentera”, dice Joan Marí, Dalias, que juega en casa al celebrarse en Santa Eulària la cena, organizada por Fútbol Pitiuso con motivo del décimo aniversario de la web, a la que también acuden Amadeo Salvo, presidente de la UD Ibiza, Paco Bonet, cabeza visible del San Rafael Club de Fútbol, y Francisco Parra, máximo representante de la junta directiva de la Sociedad Deportiva Portmany. Xicu Ferrer, presidente de la Sociedad Deportiva Formentera, no cruza es Freus por problemas de agenda. Estamos a punto de comenzar la temporada turística y las necesidades del negocio familiar mandan.
Marí entró en la directiva de la Peña hace doce años y pronto cumplirá una década como capitán de la nave santaeulaliense. Bonet lleva desde mediados de los noventa dentro del San Rafael, casi siempre como presidente: “Nos pusimos unos amigos manos a la obra para reflotar un club que se moría simplemente porque no queríamos que nuestros hijos tuvieran que irse a Vila o a Sant Antoni para jugar a fútbol”. Bonet se tomó un respiro durante varios años, ya con el equipo asentado en Tercera, pero tuvo que volver al cargo tras la dimisión de su sucesor, Bernat Bonet. Parra cumple esta campaña su segundo mandato en el Portmany, una casa que conoce como la palma de su mano porque fue jugador y entrenador de cantera antes que directivo y presidente (de 2006 a 2010 y de 2014 a la actualidad, con Juanjo Forneri ocupando la presidencia entre sus dos etapas).
Los tres tienen trayectoria suficiente para saber que el fútbol pitiuso ha cambiado. Y no precisamente a mejor, dicen. Comentan su evolución mientras Juanito Marí Ramón, el dueño de Can Cosmi, sirve los entrantes: ensalada de peix sec, tartar de atún y frita de pulpo. “Cada vez cuesta más generar ilusión. Cuando nosotros subimos a Tercera era fácil despachar trescientos carnés de socio y ahora cuesta llegar a ciento cincuenta. Ahora ni siquiera cobramos entrada y la recaudación de los partidos la hacemos con los tiques de la rifa”, explica Bonet. Marí espera meter en los dos partidos en casa que le quedan a la Peña “cerca de mil personas”. Tiene confianza en que el público responda a las urgencias de un equipo que pelea desesperadamente por no abandonar la Segunda B. Sobre el papel no parece una gran cifra para el tercer nivel del fútbol español, pero sí la es dentro del contexto del grupo III de la División de Bronce, donde a un histórico como el Sabadell le cuesta pasar de los mil quinientos espectadores cuando juega como local. Y eso que los arlequinados tienen casi dos mil socios. “Internet lo ha cambiado todo. Incluso a finales de los noventa, a no ser que tuvieras el Plus o te bajaras al bar, el fútbol nacional lo veías por la tele los sábados por la noche. Del internacional era casi imposible ver un enfrentamiento. Por eso, los equipos locales tenían mucho más apoyo. El partido que se jugaba en el campo de tu pueblo el domingo a las cinco de la tarde era sagrado para muchos. Ahora los chicos de los equipos inferiores prefieren quedarse en casa viendo al Manchester City o al Bayern Múnich que ir al campo a ver al sénior de su club”, dice Parra.
Amadeo Salvo, que escucha la conversación de sus homólogos a la par que se deleita con las especialidades de la gastronomía pitiusa que hay sobre la mesa, mete baza para añadir que ese alejamiento del hincha hacia el club de su tierra es algo muy común en casi toda España. Por la experiencia que todos los comensales tienen, viajando a playoffs o partidos de liga o haciendo turismo futbolístico, el norte de la Península sería uno de los pocos lugares donde la mayoría de campos de las divisiones modestas siguen estando más llenos que vacíos. El resto, incluidas las capitales de provincia o los pueblos grandes que no han conseguido asentarse (o han sido desplazados de la LFP), es un erial. Con algunas excepciones. En Tercera resisten plazas históricas como Algeciras o Castellón, “que tiene doce mil socios esta temporada”, comenta Salvo. El pasado glorioso del club orellut y la rivalidad vecinal con el Villarreal tienen mucho que ver para que la afición siga acudiendo en masa a las gradas de Castalia, un campo donde precisamente el Ibiza podría jugar partido de playoff de ascenso a Segunda B si el bombo emparejara a dos de los conjuntos más poderosos de la Tercera División.
Marí cree que, además de los aficionados, también han cambiado los futbolistas. El presidente de la Peña considera que a más de un integrante de la Generación Z, como se conoce a los nacidos en la sociedad multiconectada del siglo XXI, le falta sacrificio y compromiso: “No se puede generalizar, pero te encuentras con situaciones que antes eran irreales. Hace diez o quince años te interesaba cuidar a un cadete o un infantil que despuntaba y, como es lógico, hablabas con los padres del chico. Ahora algunos te dicen que te pongas en contacto ¡con su representante! Más de uno se cree una estrella porque destaca aquí en su categoría. Luego van a probar a un club de la Península y se llevan el chasco”. Salvo se siente identificado con lo que cuenta Marí. Aunque es conocido por su paso por la presidencia del Valencia, el empresario cuenta que nunca se habría sentado en el palco de Mestalla si antes no se hubiera puesto al frente de un pequeño club del barrio de Beniferri, el San José: “Yo tenía a mi hijo jugando allí. La directiva que llevaba al club decidió apartarse. Se necesitaba una junta nueva y un grupo de padres dimos el paso. Hicimos un proyecto serio y conseguimos, con tiempo, que nuestra escuela de fútbol fuera una de las mejores de la Comunidad Valenciana, por detrás de las del Valencia y el Villarreal, que son las más potentes. Lo bueno de esta última década es que la formación de las canteras ha mejorado muchísimo”.
También ha ocurrido en las Pitiusas. El Portmany, con el permiso de otros clubes de Vila centrados en la formación, como el Rápid o la Penya Blanc-i-Blava, sigue siendo un referente a la hora de trabajar con la base. De hecho, el proyecto de regresar a Tercera ha quedado en un segundo plano para que no se resientan las inferiores. “Si ascendemos algún año, tendrá que ser con futbolistas de la casa. Pagar sueldos en Regional es una locura, al futbolista hay que darle la ropa y cubrirle los gastos de gasolina, pero no descuadrar las cuentas del club pagándole cantidades desorbitadas. Esa forma de actuar, que es muy típica de la isla, ha hipotecado a varios clubes por el capricho de subir a Tercera”, dice Parra. “Pero es que Ibiza es diferente a casi cualquier sitio”, tercia Bonet. “Si te fijas”, prosigue el presidente del San Rafael, “quitando a los equipos más potentes de Tercera, en Mallorca la mayoría de los clubes pagan cantidades simbólicas a sus futbolistas. La diferencia de población se nota una barbaridad. Allí tienen jugadores de sobra para completar sus plantillas y no tienen que fichar a gente de fuera. Aquí, con la población que tenemos, no nos da para más, y requiere un gran sacrificio reunir el dinero para hacer una temporada digna en Tercera y poder pagar mes a mes todos los sueldos de la plantilla y el cuerpo técnico”. Salvo le da la razón a Bonet: en la Tercera valenciana nadie cobra, a no ser que juegue en uno de los cinco o seis equipos con aspiraciones de ascender y respaldo empresarial. Y, por supuesto, las cantidades que se pagan son mucho menores que las que se han ofrecido en las Pitiusas durante la última década.
Mientras desaparecen los entrantes de los platos, Parra sigue a lo suyo: la cantera. El presidente portmanyista habla con ilusión de dos infantiles (“que tienen muy buena pinta, pero a los que hay que darles tiempo y no llenarles la cabeza de pájaros”) cuando se le pregunta por las perlas que despuntan en Sant Antoni. Tanto el Municipal portmanyí, como el campo de Sa Creu, en Sant Rafel, o la ciudad deportiva de Santa Eulària, que Dalias espera que crezca pronto con la construcción de un nuevo rectángulo de juego que la Peña necesita como el comer, rebosan vida cada tarde. Madres y padres que sueltan y recogen a sus críos. Niñas y niños que disfrutan en el entrenamiento o juguetean con un balón en los alrededores del césped antes (y después) de la sesión. Meriendas, mochilas, botas llenas de bolas de caucho, juveniles que enseñan a prebenjamines, directivas que cuadran horarios de entrenos y partidos, encargados de material, coordinadores… Un microcosmos que demuestra la importancia que tiene un club modesto en el tejido social de una localidad. Y no todo es fútbol, como incide Joan Marí, recordando el carácter multidisciplinar de una Peña que abarca del atletismo al tenis, pasando por el ajedrez e incluyendo otras ofertas como las clases de teatro o de repaso escolar.
–En los últimos años hemos ampliado la junta, que antes era muy futbolera, con directivos de cada disciplina. Ellos nos aportan puntos de vista que este deporte no tiene. A veces estamos dentro de una burbuja y necesitamos que venga alguien desde fuera a ponernos los pies en el suelo, sobre todo con el tema del gasto. Mil euros pueden no ser demasiado dinero para un equipo de fútbol, pero es un dineral para un conjunto de gimnasia rítmica.
“Esa fuerza social que tenéis os protege cuando vienen mal dadas en el día a día del primer equipo. Nosotros, aunque estamos invirtiendo mucho en la cantera, tenemos una metodología muy clara para trabajar con los equipos inferiores y queremos colaborar con los clubes formadores de la ciudad para unificar al máximo nuestros proyectos, notamos que somos un club en construcción”, argumenta Amadeo. En la mesa ya ha aparecido el plato principal de la cena en Can Cosmi (una parrillada marinera –con pescados frescos de la isla– que se riega con albariño) y la conversación hace ya rato que se ha animado. Paco Bonet, que se ha sentado dos veces al lado del valenciano en el palco esta temporada, asiente mientras habla Salvo. Aún falta por conocer el desenlace de la 2017/2018, pero todos los representantes pitiusos pueden decir que han pasado por un momento crítico a lo largo del curso. Bonet, sin ir más lejos,se vio obligado a cesar a Vicente Román, que cumplía su sexta temporada en el San Rafael. “Fue una decisión que los directivos tomamos con todo el dolor de nuestro corazón. No sabéis lo que me costó decírselo a Vicente, pero hay veces que no queda otra opción. Era eso o irnos a Regional: cinco derrotas y dos empates conseguidos en el último minuto. Estábamos en caída libre. A veces el fútbol tiene estas cosas: todo se tuerce y no sabes por qué. Acabamos la primera vuelta en muy buena forma y octavos en la clasificación. En la jornada 22 ganamos al Mallorca B y, después de esa sorpresa, llegó la ruina. Nosotros solo hemos sufrido dos temporadas de las nueve que llevamos en Tercera: la segunda de Vicente y esta. El resto ha sido fácil lograr la permanencia e incluso alguna vez hemos soñado con el playoff, como cuando quedamos por delante de la Peña con Ormaechea en el banquillo”, explica el presidente del San Rafael, mientras le guiña un ojo a Joan Marí, que le devuelve la broma soltándole un “cuánto te echo de menos, Paco”. La foto de ambos estrechándose la mano era un clásico en los días previos a los derbis que disputaban Peña y San Rafael en Tercera.
Pero como hemos dicho, Bonet no es el único sufridor de la cena. Es más, quizás sea quien respira más aliviado: tras la victoria contra el Santanyí del pasado fin de semana, su equipo, ahora entrenado por Buti, tiene la salvación encarrilada y, si no hay debacle en las últimas tres jornadas, podrá seguir paseando con orgullo la bandera azulona “de un pueblecito de dos mil quinientos habitantes que ha conseguido encontrar su sitio en Tercera después de subir en el 90 y el 2002 y aguantar solamente un año”. Obviando a Parra, que sabía a principio de temporada que ganar la Preferente era casi imposible por los equipos que habían preparado el CD Ibiza o el Inter Ibiza, Salvo y Dalias tienen motivos para estar preocupados. Y Xicu Ferrer, también. La UD Ibiza depende de una carambola para ser primero e, incluso, segundo en el grupo XI de Tercera. Necesitan los de Rufete, el cuarto entrenador que ficha Salvo en dos años para el banquillo de Can Misses (“nunca había tenido que despedir a un solo técnico hasta que vine a la isla, pero hay veces que no das con la tecla y ni David Porras ni Toni Amor respondieron a lo que nosotros buscábamos, nos equivocamos al ficharlos, falló la planificación”, reconoce el presidente del club vilero, que la campaña pasada ya cambió a Buti por Porras pese a que el primero había salido campeón de la Regional), ganar sus dos próximos partidos y esperar tropiezos de Mallorca B y Poblense para tener opciones de alirón en la última jornada, donde precisamente se enfrentarán los dos equipos mallorquines y el Ibiza tampoco podrá fallar.
“Lo importante será el sorteo del playoff. Ser primero te da ventaja porque puedes subir si ganas la primera eliminatoria, ¿pero si te toca el campeón catalán, madrileño o valenciano, qué pasa? Son equipos fortísimos. Así que, si hay suerte en el bombo, tampoco es tan malo enfrentarse al tercero de Navarra o La Rioja e ir pasando rondas, donde te irás encontrando alguno de los campeones eliminados en la eliminatoria de ascenso directo. Esos primeros clasificados suelen llegar muy tocados moral y físicamente a la repesca”, comenta Salvo, convencido de que la fuerte inversión económica que está haciendo se traducirá en ascenso a Segunda B. En esa categoría quiere el presidente de la UD Ibiza que se mantengan la Peña y el Formentera. “Los dos deberían conseguir la permanencia. Les sigo con atención y su esfuerzo debería tener premio. Sería genial porque si les va bien a ellos, me irá bien a mí. La isla necesita buenos equipos en Segunda B, que trabajen de forma seria y aumenten el nivel, además de varios clubes en Tercera para que el escalón no sea tan alto entre el fútbol amateur y el profesional. Creo que hay materia prima para que lo logremos: sin ir más lejos, Parra, el año pasado vosotros nos pusisteis muy difícil el primer puesto en la Preferente. Os ganamos un partido en toda la temporada y gracias”.
Joan Marí le agradece a Salvo sus palabras y le invita al Municipal de Santa Eulària este domingo. La cita será a las doce contra el Cornellà. Un partido a vida o muerte. “Llevamos toda la temporada con la soga al cuello y está claro que hemos pagado la novatada. Nos pesan los doce puntos que conseguimos en la primera vuelta. Muchos se preguntaban por qué no cesamos a Dani Mori en Navidad, pero confiar en su trabajo nos ha venido bien porque el equipo ha sabido reaccionar. El míster es más optimista que yo, está convencido de que vamos a ganar los tres partidos que nos quedan y que nos vamos a salvar, aunque estemos a cuatro puntos de la permanencia ahora mismo y no hayamos salido del descenso durante 35 jornadas. Este grupo se lo merecería, sobre todo por el buen ambiente que reina en un vestuario muy unido”, dice Dalias.
El presidente peñista reconoce que lo que le falta a su equipo (igual que al Formentera, que está en una situación parecida, con dos puntos más que los santaeulalienses, a solo dos de la permanencia, pero con una dinámica muy negativa en la segunda parte del campeonato) es más definición en el área contraria. “Pero claro, es que los delanteros que marcan la diferencia son muy caros y difíciles de encontrar”, dice Bonet con media sonrisa mientras Parra asiente. “Y muchos que despuntan en Tercera no meten diez goles en Segunda B: las defensas no tienen nada que ver”, añade Marí. Una prueba evidente de que encontrar un cazador de goles es una tarea costosa y complicada es Bruno Vinicius. Era uno de los fichajes estrella del Formentera el pasado verano y ha permanecido más tiempo en la enfermería que sobre el césped. El brasileño, ex jugador del Castilla, el Badalona o el Sant Andreu, va camino de terminar la temporada sin marcar un solo gol en liga, pese a ser uno de los jugadores que más cobra de la plantilla. La irrelevancia de Bruno en el proyecto que ahora encabeza Juan Arsenal es uno de los lastres que explican la decadencia del Formentera en los últimos meses, provocada por lo debilitado que se quedó el equipo tras las bajas de Liñán, Muñiz, Riera o Chechu en un enero loco en el que se empezó jugando la Copa del Rey y que acabó con cambio de entrenador tras la dimisión de Tito García Sanjuán. El balompié es un arma de doble filo y no tiene memoria. La temporada en la que el Formentera eliminó al Athletic Club en San Mamés puede ser la misma en la que regresó al futbol de ca nostra. Por delante, nueve puntos en juego y la ilusión y el compromiso de un bloque que ha resistido contra viento y marea un período muy complicado para ponerle un punto y final feliz a una historia que hasta Navidad iba bien encaminada.
Después de digerir la cena con un sorbete de limón, el dueño de Can Cosmi llena las copas de cava y los cuatro presidentes brindan por el futuro del fútbol pitiuso. Parra dejará el cargo dentro de poco y seguirá ayudando a la nueva directiva del Portmany en su condición de hombre de club. A Paco Bonet le gustaría que el San Rafael siguiera en Tercera muchos años más casi tanto como encontrar relevo para “los cuatro” que impulsan la entidad azulona desde hace un par de décadas. “Sempre hi ha un bambo que ho paga tot, encara que naltros no tinguem molts de sous i els haguem de demanar”, bromea el rafeler. Joan Marí sueña con una permanencia en Segunda B, la primera que conseguiría la Peña Deportiva, y, en caso de no conseguir un reto que está muy complicado, se exige volver a hacer un proyecto competitivo el próximo año en Tercera División. Salvo brinda por un ascenso a Segunda B de su UD Ibiza, “algo mucho más complicado de lo que parece”.
–No todo es gastarse el dinero para contratar muy buenos futbolistas, luego hay que ir a jugar a Manacor, Son Cladera, Alcúdia, Felanitx… Algunos campos son auténticas ratoneras y hay que saber competir en esos sitios. Aitor Pons, el delantero del Poblense, es un especialista en marcar goles en campos así.
“Y hay que tener cuidado con los arbitrajes, que en algunos sitios… Nosotros, no me digas por qué, siempre que vamos a Esporles lo pasamos muy mal, y no solo por el frío que baja de la Serra de Tramuntana”, bromea Paco Bonet, que sabe latín a estas alturas si se habla de la Tercera balear. “A veces”, añade Parra, que ha sufrido en sus carnes malísimos arbitrajes en más de un playoff de ascenso, “es mejor que te arbitre alguien neutral, porque algunos colegiados de Ibiza te metían en unos líos tremendos. La última vez que ganamos la Preferente, nos jugamos el ascenso contra el Artà y vino un trío arbitral de Catalunya que nos pitó fantásticamente. Ni un reproche por parte de nadie. Subieron los mallorquines porque fueron mejores que nosotros”.
El de la unidad es el eterno debate que acompaña a los clubes de Ibiza y Formentera desde el colapso de la Sociedad Deportiva Ibiza, cuando descendió por culpa de sus deudas a Tercera División pese haber finalizado undécima en Segunda B la temporada 92/93. Y en los cafés, ya sentados en la planta baja de Can Cosmi, salta el tema en la conversación de presidentes. “Había rivalidad antes, lógicamente, pero tanto el Portmany como la Peña, que éramos junto al Hospitalet los siguientes en el escalafón, sabíamos que el Ibiza era la referencia y aceptábamos que nuestros mejores jugadores fueran allí”, cuenta Parra, que en aquella época era jugador del equipo sanantoniense. Los intentos de revivir el fútbol en Vila no han tenido final feliz. La ambición de la UD Ibiza-Eivissa tuvo un desenlace parecido al de Sa Deportiva y sus intentos de resurrección se quedaron en experimentos con gaseosa. Al Atlético Isleño le faltó músculo económico y seriedad institucional para asentarse en Tercera y al Ciudad de Ibiza, que tampoco lo pasó bien para que le cuadraran las cuentas, lo absorbió el proyecto de Salvo después de ascender el verano pasado. Si no sube la Unión Deportiva Ibiza podría encontrarse en Tercera con el Club Deportivo Ibiza, que previsiblemente disputará el playoff de ascenso como campeón de la Regional Preferente pitiusa. Salvo lo tiene claro: “Ahora solamente pensamos en subir. Es nuestro reto y tenemos muchas opciones. Queda tela por cortar esta temporada. Eso sí, si nos encontráramos dos ibizas en la misma liga haría todo lo posible para que uniéramos fuerzas. No tiene sentido que nuestra ciudad sea como Logroño, Salamanca o Burgos, donde hay varios clubes con el mismo nombre compitiendo entre ellos”.
Salvo, puede que con la ilusión del que viene de fuera, insiste una y otra vez en que debería haber un frente común en el fútbol pitiuso, aunque matiza que ya empieza a conocer “muy bien” la idiosincrasia de los ibicencos y sabe que las cosas se deben hacer “paso a paso y sin prisas”. Por eso no se sorprende cuando le explican la diferencia entre una olla llena de cangrejos mallorquines y otra llena de cangrejos ibicencos. Los mallorquines hacen una cadena con sus pinzas y se ayudan a salir de la olla. Todos escapan. Los ibicencos, en cambio, se pellizcan unos a otros porque todos quieren ser el primero en huir del agua caliente. Al final, ninguno consuma la fuga. Dalias, que las ha visto de todos los colores a lo largo de estas décadas, sonríe con malicia y responde al empresario valenciano: “Primero tendrías que conseguir la unión de los clubes de la ciudad, como dices, y luego ya hablaríamos del resto… Pero sí que es cierto que deberíamos replantearnos muchas cosas, trabajar codo con codo por el bien del fútbol insular. Por nuestra experiencia de esta temporada sabemos que no tiene sentido salir con un equipo en División de Honor porque entre todas las canteras no reunimos el nivel suficiente para un campeonato tan potente. Además, a Ibiza le falta una universidad en condiciones [todos los presidentes asienten en este punto] para atraer talento de fuera. Muchos padres te dicen que no te mandan a su chaval cuando se entera de que aquí no puede seguir con sus estudios. Eso es algo que le afecta a otros deportes también. En el caso del fútbol tiene menos sentido aún ver que nuestros dos equipos de Liga Nacional juvenil, el Portmany y la Blanc-i-Blava, bajan mientras otros clubes se mueren de ganas por subir a esa categoría. Esos aspirantes ni de casualidad les cederían sus mejores futbolistas a sus vecinos para que se foguearan en una liga mucho más competitiva. Es algo que no entiendo. A veces, nos sobra egoísmo. A todos”.
Pasa la medianoche cuando los presidentes se despiden y abandonan Can Cosmi. Antes se han prometido repetir la experiencia. Han sido un par de horas de reflexiones, anécdotas, risas y alguna confidencia. Quién sabe si, también, un primer paso para que el fútbol pitiuso se parezca en el futuro un poquito más a una olla de cangrejos mallorquines.