Guillem Romaní Antes, durante y después del partido, todos o casi todos, muy felices. No fue una jornada de grandes tensiones ni entusiasmos. Todo muy relajado.
Estaba claro que los seguidores del Athletic no eran muy numerosos y sí muy comedidos, y las aficiones no se hicieron notar en Sant Francesc excepto algunos pequeños grupos de ‘leones’ que tomaban cañas en las terrazas como si tal cosa.
Fotografías juntos, bromas y anda que te anda, juntos pero no revueltos, los espectadores hacia el campo.
A los del Bilbao les tocó en suerte, o se la buscaron, una zona junto a un córner donde tenían todo el espacio para ellos solos. La peña más numerosa y sonora del Formentera en su lugar habitual y las gradas situadas detrás de los banquillos, si no llenas, sí presentaban una buena entrada sin llegar, por descontado, al lleno. Allí el palco de honor con los presidentes de ambos clubes, Urrutia y Ferrer y el del Consell de Formentera, también Ferrer, entre otras personalidades.
No hubo gritos, insultos ni nada de nada, sólo dos aficiones apoyando a los suyos con sus cantos, aplausos y charangas, chillaban unos y contestaban los otros y los bilbaionos comentaban las jugadas con desenfado y sorna.
Los chistes iban de si ‘Kuko’ Ziganda, el entrenador visitante, iba a seguir en el banquillo o iba a salir volando. Y por un momento, apenas un par de minutos, los seguidores del Athletic lo dieron por defenestrado tras el gol del Formentera, pero en un par de minutos después empataron y mejoraron en su juego. Algunos decían que el entrenador se la jugaba, sí o sí, el próximo sábado, en San Mamés, donde recibirá al Barça.
Fue un partido tan de guante blanco que el árbitro no añadió ni un minuto en la primera parte y lo mismo hizo al final. Fue uno de esos que pasó desapercibido a excepción de algunos aficionados locales, que se exaltan a la mínima y no pueden refrenar su boca.
Pero lo dicho, al final todos contentos: El Formentera porque jugó un magnífico partido y consiguió un valioso empate, que le deja abiertas las puertas para intentar la machada en la Catedral del fútbol español. Los visitantes porque no fueron el hazmerreír en que se hubieran convertido de haber perdido tras la mala racha de resultados que lleva. Ziganda porque aún sigue ahí, aferrado al banquillo, salvo que en el viaje de regreso el ‘presi’ le dé la boleta. García Sanjuán porque se crece. Los espectadores porque vieron un gran partido, competido, con garra y alternativas, con ocasiones de gol y con un resultado salomónico.