Dani Becerra corre por el mundo y vuelve con la constelación entera

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Cualquiera que haya corrido una vez un maratón sabe que completar los 42,195 kilómetros no es solo un asunto de piernas, sino de cabeza, corazón y, muchas veces, de estómago. Ahora imagina hacer seis. En un solo año. En tres continentes distintos. Y no en cualquier circuito, sino en los seis: Londres, Berlín, Chicago, Nueva York, Tokyo y Boston. Ahí es donde entra Dani Becerra, un fondista ibicenco con más empeine que sentido común (en el mejor de los sentidos) que acaba de meterse en el Olimpo de los maratonianos con una hazaña que en la isla aún están digiriendo con café caleta.

El reto, que suena a locura cuando se pronuncia en voz alta, empezó hace justo un año, el 21 de abril de 2024, en las orillas del Támesis. Ahí, en Londres, Dani puso el cronómetro en marcha con un 3h00:35 que ya anticipaba que no venía a pasear. Y a partir de ahí… festival. Berlín, Chicago, Nueva York, Tokyo y, como guinda, Boston. En cada una dejó sudor, zapatilla y algún que otro músculo tocado, pero también se trajo una mochila repleta de historias, emoción y, sí, la gloriosa medalla de seis puntas de los Abbott World Marathon Majors: la codiciada Six Star. Primer ibicenco en conseguirlo. Y uno de los poquísimos españoles —cuatro, para ser exactos— que lo han hecho de un tirón en un solo año.

Esto no es postureo runner ni medallismo barato. Esto es de pico y pala. De despertarse a las 4 de la mañana para salir a rodar por caminos oscuros cuando el resto del mundo aún tiene las sábanas pegadas. De sumar casi 5.000 kilómetros en un año —que es lo que hace un coche de alquiler en temporada alta en Ibiza— y de seguir currando, entrenando a otros y presidiendo el Club Atletismo Ibiza como si tal cosa.

Y sí, no todo fue champán en la meta ni selfies sonrientes. También hubo jet lag, humedad de la buena en los veranos ibicencos, rodillas que protestan y ese miedo soterrado a que una simple gripe o una molestia mal gestionada pudiera echar por tierra el castillo de naipes. Porque cuando estás jugando al Jenga con seis maratones en doce meses, cualquier movimiento en falso te puede mandar al suelo.

Pero Dani, con la determinación de un burro menorquín y la paciencia de un relojero suizo, aguantó. En cada ciudad, en cada zancada, fue acumulando no solo kilómetros sino historias. Como aquella llegada en Nueva York, donde cruzó la meta de Central Park con su pareja, más emocionado que rápido. O esa batalla cuerpo a cuerpo con las cuestas de Boston, el maratón más puñetero —y legendario— del calendario, donde el crono (3h18:32) fue lo de menos y el orgullo lo de más.

Porque esa es otra: Dani no fue a cazar marcas. Ni a pelear con el crono. Fue a vivirlo. A exprimir el jugo de cada ciudad, de cada recorrido, de cada ambientazo. Lo suyo fue más viaje iniciático que reto deportivo. Y en un mundo donde muchos corren para colgar la medalla en Instagram, este tío lo ha hecho por el puro placer de superarse, de vivir algo tan grande que no cabe ni en la mejor de las stories.

Y ahora, con la Six Star ya colgada y los pies algo más reposados, ¿qué viene después? Pues resulta que se acerca un nuevo nivel: la medalla de nueve puntas. Porque Abbott ha decidido que esto se expanda a lo Pokémon y ya están preparando la liga con Sídney, Ciudad del Cabo y Shanghái. Dani ya tiene la puerta abierta. Y conociéndole, seguro que ya está mirando vuelos.

Mientras tanto, en Ibiza, el nombre de Dani Becerra queda grabado no solo en el Hall of Fame de los Majors, sino también en la memoria colectiva de los que saben que correr no es solo un deporte. Es una forma de estar en el mundo. Y en el caso de este fondista ibicenco, también una forma muy especial de conquistar el planeta a golpe de zancada.

Y ahora que lo ha conseguido… que se prepare el globo. Porque Dani corre sin freno. Y el mundo ya le queda pequeño.

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