Àlex y Jota reventaron corazones (y no cronos) en el Ibiza Marathon

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En un mundo donde muchos corren para bajar marca, Àlex Roca y Jota corrieron para subirnos el alma. Lo suyo no fue una carrera: fue una masterclass de humanidad, compañerismo y ganas de comerse el mundo a golpe de zapatilla. En la octava edición del Santa Eulària Ibiza Marathon, estos dos cracks demostraron que el verdadero podio está donde se abrazan la superación y la emoción.

Imagina la escena: Àlex, con un 76% de parálisis cerebral, y Jota, triatleta paralímpico con discapacidad visual, dándolo todo durante los 12 kilómetros de la prueba popular. Ni una excusa, ni una queja. Solo energía, respeto mutuo y una conexión que ni el mejor GPS podría rastrear. Entre ellos, Mari Carmen, pareja de Àlex, actuando de puente con su lenguaje de signos. Pero la verdad es que, cuando el corazón marca el ritmo, el entendimiento viene solo.

Corrieron juntos, sudaron juntos y cruzaron la meta juntos. ¿Tiempo? ¿Marca? ¿Clasificación? Qué más da. Lo suyo no se mide en minutos por kilómetro, sino en inspiración por metro. Y vaya si inspiraron: dejaron a todo el mundo con la piel de gallina y el nudo en la garganta. Porque cuando ves a dos almas que se entienden sin palabras, que empujan la vida con cada zancada y que se ríen de las barreras, entiendes de qué va realmente esto del running.

El ambientazo en Ibiza era puro festival runner: más de 6.000 corredores, un 70% de ellos internacionales, y una organización que cuida cada detalle como si fuera un maratón de Champions. Pero, aunque había atletas de todos los niveles, ritmos y nacionalidades, los reyes del día llevaban el dorsal invisible de los valientes.

Àlex ya conocía la prueba. Ibiza le tira, le llena de energía y le abraza como en casa. Pero esta vez, el objetivo era distinto: no solo correr, sino dar una lección. Y vaya si la dio. Junto a Jota, nos recordaron que lo verdaderamente importante no está en los kilómetros recorridos, sino en el mensaje que dejas al pisar el asfalto.

No ganaron la carrera. Pero ganaron algo mucho más difícil: el respeto, la admiración y el corazón de todo el pelotón runner. Porque en este deporte de locos que nos levantamos a las seis para entrenar, que hablamos en ritmos y que coleccionamos medallas como cromos, lo que de verdad nos queda son historias como esta.

Gracias, Àlex. Gracias, Jota. Por demostrar que el running es mucho más que correr.

Y sí: ojalá todos los dorsales llevaran un poco de vuestra fuerza.

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