Santa Eulària des Riu no solo fue el punto de llegada, sino también el centro de una jornada que quedará en la memoria de más de 6.000 runners que este sábado llenaron de color, sudor y energía las carreteras ibicencas. Porque correr en Ibiza no es simplemente ponerse un dorsal: es firmar un pacto con la emoción.
El maratón, en su distancia reina, no tardó en dejar claro quién mandaba. Samson Keiyo, con paso firme y ritmo demoledor desde el primer kilómetro, se escapó del grupo como quien se va de fiesta sin mirar atrás. El keniano voló por las cuestas suaves y los tramos costeros como si tuviera alas, y cruzó la meta con un tiempo de 2:19:58. Detrás, dos nombres que también dejaron huella: Dennis Kimetto, aquel que una vez fue el más rápido del planeta en maratón, firmó un digno 2:28:50, y el portugués Nelson Fonseca cerró el podio tras completar una carrera sólida (2:44:40).
En categoría femenina, Ruth Hawkins se convirtió en la reina de la jornada. Su crono de 3:02:56 fue una oda al ritmo constante, a la estrategia bien ejecutada y al aguante mental en los últimos kilómetros, donde se separan las piernas fuertes de las cabezas frías. Hawkins se impuso con solvencia a Lot Stevens y Amy Renyard, completando un trío que dejó el listón bien alto.
Pero si algo tiene el Santa Eulària Ibiza Marathon es que su magia se reparte en todas las distancias. En la 22K, Eddie Garner fue un misil desde el pistoletazo de salida. Marcó un 1:17:35 que deja sin aliento y se llevó una victoria sin discusión. En la femenina, Yesica Mas confirmó los pronósticos y cruzó la meta en 1:23:23 con la tranquilidad de quien sabe que ha hecho los deberes.
Y en los 12K, el ritmo lo pusieron Adrián Guirado (39:50) y Verónica Castro (50:03), ambos firmando una carrera redonda, con ese equilibrio perfecto entre cabeza y corazón que define a los buenos corredores.
Aunque si hablamos de corazón, nada ni nadie brilló más que Àlex Roca y José Luis García Serrano, ‘Jota’. Su llegada conjunta a meta en la prueba de 12K fue mucho más que una foto para la historia: fue una lección de vida con forma de zancada. Él, con una parálisis cerebral del 76%. Él, con una discapacidad visual. Y ambos, sincronizados como si llevaran corriendo juntos toda la vida. No hubo cronómetro que midiera eso. Lo suyo fue una carrera hacia lo más alto del espíritu deportivo.
Ibiza volvió a demostrar por qué es uno de los destinos más deseados del calendario runner. La mezcla de mar, sol, cultura, buena organización y un trazado que es una postal tras otra, hizo que este 2025 el Santa Eulària Ibiza Marathon colgara el cartel de “todo vendido” con semanas de antelación. Un 70% de corredores venidos de fuera de España, casi la mitad mujeres, y un ambiente que ni en la mejor rave de la isla.
El recorrido, como siempre, fue una delicia: desde la imponente Dalt Vila hasta la calma playera de Santa Eulària, con tramos que daban ganas de parar a hacer una foto… si no fuera porque el cronómetro no perdona. El público, entregado. La música, vibrando. La energía, desbordada.
Esta octava edición ha sido una zancada más —o quizá una gran sprint final— hacia la consolidación de un evento que ya no es solo una carrera: es una experiencia. Y quienes cruzaron la meta este sábado lo saben bien. Porque en Ibiza no se corre solo por tiempo: se corre por algo más grande. Por una historia que contar. Por un recuerdo que se pega a las zapatillas. Por ese “yo estuve allí” que se queda para siempre.
Y lo mejor de todo… es que el año que viene, habrá que volver a ponerse el dorsal. Porque Ibiza engancha.