La UD Ibiza ha entrado en una espiral que ni los más agoreros podían anticipar. El mismo equipo que deslumbró durante semanas con una racha implacable de siete victorias consecutivas, hoy se asoma peligrosamente al borde del colapso deportivo. Cinco jornadas sin conocer el triunfo han desatado todas las alarmas, pero ha sido Paco Jémez quien ha tomado la palabra para asumir, sin rodeos, el papel de protagonista incómodo en esta caída libre.
El técnico cordobés, conocido por su frontalidad y carácter, ha decidido poner su cargo sobre la mesa, en un gesto que va más allá del discurso habitual en los banquillos. No se trata de una estrategia para apaciguar las críticas ni de una pose teatral. Es una confesión en voz alta, una muestra de autocrítica pocas veces vista con semejante crudeza en el fútbol profesional. Reconoce sin matices que, si el equipo ha cambiado tan drásticamente, él es el responsable directo de ese viraje.
Y es que el desplome ibicenco no se mide solo en puntos perdidos, sino en sensaciones. Lo que antes era un bloque reconocible, sólido y vertical, se ha transformado en un conjunto errático, nervioso y sin respuestas. El problema ya no parece físico ni táctico: es emocional. El desconcierto se ha instalado en Can Misses y los jugadores, según el propio Jémez, comienzan a mostrar signos de desesperación impropios de un equipo que aún pelea por los puestos de privilegio.
La paradoja de este Ibiza es tan cruel como evidente. En su mejor momento, el equipo fue líder moral de la categoría, símbolo de un juego audaz y competitivo. Hoy, con esa misma plantilla, la brújula se ha extraviado por completo. Jémez, fiel a su estilo, no busca excusas. Acepta que el proyecto se tambalea y que, si hay una pieza que no encaja, podría ser él mismo.
En su análisis, aún hay margen para el optimismo. Cree en los giros, como el que los llevó del anonimato al protagonismo, aunque ahora todo apunte en dirección contraria. La clasificación sigue siendo benévola —por ahora—, pero la tendencia amenaza con dejarlos fuera de la zona de playoff si no se reacciona con urgencia.
La duda, inevitable, flota en el ambiente: ¿es Paco Jémez el indicado para revertir esta situación, o su honestidad es el preludio de un relevo necesario? Mientras la directiva medita, la isla espera. Porque el fútbol, como la marea, tiene ciclos, y el azul celeste de la UD Ibiza necesita volver a encontrar la corriente que lo devuelva al buen puerto del ascenso.