En el tramo decisivo de la temporada, cuando los nervios acechan y la tabla empieza a pesar tanto como las piernas, la UD Ibiza se aferra a una figura que no solo aporta fútbol y experiencia, sino también convicción: Bebé. El atacante ha alzado la voz en un momento delicado, cuando el equipo ha pasado de liderar con solvencia a ocupar la tercera plaza, y lo ha hecho con una claridad que no admite dobleces: este equipo está hecho para ser campeón.
Después de tres jornadas sin ganar —una racha que ha provocado cierto murmullo en la grada y ha encendido las alarmas mediáticas—, Bebé ha querido devolver el foco a lo esencial: la ambición, la unidad y la confianza en el camino trazado. Porque, aunque la UD Ibiza ha perdido terreno, no ha perdido el pulso competitivo. Ni mucho menos la esperanza. El mensaje es claro: no hay margen para la ansiedad ni espacio para la duda.
El discurso del portugués no rehúye la autocrítica. Sabe que han dejado puntos en el camino ante rivales de la parte baja de la clasificación, encuentros donde, quizás por exceso de confianza, se ha dejado escapar lo que parecía asegurado. Pero también sabe —y lo recuerda con acierto— que frente a los equipos de la zona alta, la UD Ibiza suele mostrar su mejor versión. El fútbol, en su imprevisibilidad, castiga tanto el exceso de confianza como la falta de contundencia. Por eso, el duelo del domingo ante el Real Madrid Castilla se presenta como una suerte de examen, no solo futbolístico, sino también emocional.
El Palladium Can Misses dictará sentencia en una mañana donde se espera más que fútbol: se espera carácter. Bebé, pese a haber entrenado con trabajo específico durante la semana, ha asegurado estar listo para asumir el reto. La suya no es solo una presencia física sobre el césped, es un ancla anímica para un vestuario que necesita referentes que miren hacia adelante con firmeza.
El Real Madrid Castilla llega con la frescura de su juventud, con transiciones veloces y una defensa bien trabajada. Pero Bebé lo tiene claro: la UD Ibiza juega en casa, con el respaldo de su afición y la experiencia de un grupo que conoce las exigencias del ascenso. No se trata solo de ganar, sino de imponer jerarquía desde el primer minuto.
A ocho jornadas de la conclusión, cada partido es una final, y en Ibiza lo saben bien. No hay tiempo para lamentaciones ni espacio para especular. Bebé lo resume con precisión: no se trata de mirar lo que hace el Ceuta, ni de hacer cálculos, sino de ganar cada domingo. Solo así se puede aspirar al liderato, ese que se ha escapado por poco pero que sigue al alcance de una plantilla que, cuando se conecta, es capaz de dominar a cualquiera.
En el horizonte, el objetivo sigue intacto: volver a lo más alto. Y mientras el balón ruede y haya puntos en juego, la UD Ibiza seguirá creyendo. Porque tiene razones, talento… y a Bebé, el alma competitiva que no permite bajar los brazos.