Pedales, risas y buen rollo: La cicloturista de Ibiza rumbo a Sant Rafel

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Domingo por la mañana en Ibiza. Mientras muchos aún pelean con la sábana para salir de la cama, un grupo de valientes ya está en el Boulevard de Abel Matutes, ajustando cascos y revisando bicis con una misión clara: conquistar los 24 kilómetros de ruta hasta Sant Rafel y volver con las piernas echando fuego, pero con la satisfacción de haber vivido una de esas jornadas que se cuentan en las cenas con los amigos.

A la cabeza, como un general en el campo de batalla pero con mucha más simpatía, Vicent Egea y su equipo de Base Sport. Desde el primer momento, el ambiente es una mezcla de emoción, nervios y alguna que otra broma para romper el hielo. “Hoy es un plano rodador, no os preocupéis”, dice Vicent con una sonrisa pícara. Nadie le cree del todo, porque si algo se ha aprendido en estas rutas es que cuando él lo dice, viene curva. Y cuestas. Y sudor. Pero también muchas, muchas risas.

La salida es tranquila, los primeros kilómetros sirven para calentar y para que cada uno encuentre su sitio en el grupo. Entre charlas y bromas, el pelotón avanza sin prisa pero sin pausa. Pero claro, la ruta de hoy no es un paseo por el parque. Con 475 metros de desnivel acumulado, toca subir y apretar los dientes en algunos tramos. Las piernas empiezan a notar el esfuerzo, los piques sanos surgen y más de uno se motiva cuando Vicent suelta su mítico: “¡Atacaaadddd!”. No falla. El grupo se descontrola por unos segundos y todos sacan fuerzas de donde no las hay para darle un poco más de caña a los pedales.

El ascenso tiene su premio: unas vistas que quitan el aliento (y no solo por el esfuerzo). La naturaleza ibicenca regala postales de puro espectáculo, y mientras algunos aprovechan para sacar fotos, otros simplemente disfrutan del momento. Y claro, después de tanto subir, toca bajar. Y qué bajada. Velocidad, viento en la cara y esa sensación de libertad absoluta que hace que todo esfuerzo valga la pena. Porque sí, puede que las subidas sean criminales, pero la recompensa siempre llega.

Y si hablamos de recompensas, nada supera al esperado “momento bocata”. Tras superar los senderos rompepiernas, el grupo se sienta, desenfunda los bocadillos como si fueran trofeos y, entre mordisco y mordisco, se comparten anécdotas, carcajadas y algún que otro truco para no quedarse atrás en la próxima ruta. Porque en estas salidas, más que la velocidad o el rendimiento, lo que cuenta es el compañerismo y el disfrute. Y de eso, hay de sobra.

Además, toda la jornada transcurre con la seguridad garantizada gracias a la presencia de una ambulancia y el apoyo esencial de Protección Civil, que vigilan cada tramo para que todo transcurra sin incidentes. Su labor es clave para que todos puedan centrarse en pedalear y disfrutar sin preocupaciones.

El regreso al Boulevard de Abel Matutes es un desfile de caras felices y piernas temblorosas, pero con la satisfacción de haber vivido una mañana épica sobre las dos ruedas. Las fotos finales, los chistes, el clásico “esto hay que repetirlo” (aunque las piernas digan lo contrario) y la promesa de una nueva aventura cierran una jornada que, una vez más, demuestra que Ibiza es mucho más que sol y playa: es senderos, es deporte, es buen rollo y, sobre todo, es pedalear con una sonrisa. ¡Hasta la próxima!

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