El Portmany vivió una de esas tardes en las que el fútbol demuestra ser un deporte cruel y fascinante a partes iguales. En su duelo ante el Porreres, segundo clasificado, el equipo de Sant Antoni dejó escapar una oportunidad de oro para dar un golpe sobre la mesa en la clasificación. Pese a un inicio esperanzador y un esfuerzo encomiable, los locales cayeron 1-2 en un partido que parecía estar en sus manos hasta los últimos diez minutos.
La partido pintaba bien para los de Vicente Román, que salieron al campo con una actitud decidida y una presión asfixiante desde el pitido inicial. No tardaron en cosechar frutos: en el minuto 6, Sami apareció como un rayo en el área para enviar el balón al fondo de la red con un remate certero. El gol fue el reflejo de un Portmany valiente y ambicioso, que en los primeros compases del encuentro supo dominar a un rival de talla.
Sin embargo, lo que prometía ser una gesta épica se fue desmoronando con el paso del tiempo. El Porreres, fiel a su estilo paciente y ordenado, comenzó a ganar terreno. Aunque los locales mantuvieron el tipo durante buena parte del partido, el desgaste físico y algunas imprecisiones defensivas terminaron por pasar factura. La resistencia portmanyista cedió en el minuto 80, cuando Luis Salvador aprovechó un desajuste en la zaga para firmar el empate y silenciar momentáneamente a los aficionados locales.
Con el ánimo tocado pero no hundido, el Portmany intentó recomponerse, pero la expulsión de Carlos Mora en el 85 dejó al equipo con un hombre menos en el tramo más crítico del encuentro. Fue entonces cuando el Porreres olió sangre y no perdonó. Rodrigo Pascual, con una definición precisa, firmó el gol de la victoria en el 89, destrozando las esperanzas de un Portmany que había rozado la proeza.
La derrota, aunque dolorosa, no empaña la entrega de un equipo que dejó todo sobre el césped. La casta y el coraje mostrados por los jugadores son un motivo para no bajar los brazos y mirar hacia adelante. Ahora, el Portmany tiene la vista puesta en el próximo reto, una salida complicada ante el Constància, donde los de Vicente Román buscarán resarcirse y volver a la senda positiva.
El fútbol, en su esencia, es una montaña rusa de emociones, y el Portmany sabe bien que cada jornada es una nueva oportunidad. Aunque esta vez la moneda cayó del lado equivocado, el equipo de Sant Antoni sigue demostrando que, con esfuerzo y determinación, pueden plantar cara a cualquier rival. El viaje continúa.