En una mañana donde el sol brillaba con pereza sobre el césped, el Formentera y el líder Badalona Futur protagonizaron un encuentro que, si bien careció de goles, no escatimó en suspense y tácticas dignas de un thriller de mediodía. Con un marcador que se obstinó en permanecer inamovible en el 0-0, ambos equipos nos dieron una lección de que en el fútbol, como en la vida, no todo es llegar y besar el santo.
Desde el pitido inicial, se palpó una tensión vibrante, esa que precede a los grandes momentos, aunque en esta ocasión, los grandes momentos decidieron quedarse en el vestuario, tomando un té y charlando sobre qué hubiera pasado si. Pese a la ausencia de goles, el encuentro no fue un mero trámite. Por el contrario, ambos equipos se lanzaron en busca de la victoria con el entusiasmo de un niño en su primer día de escuela, descubriendo poco a poco que no todos los días se sale con una estrella dorada.
Lo cierto es que no se pisó demasiado las áreas, un claro indicativo de que el medio campo fue una batalla de ajedrez, donde cada movimiento se calculaba con la precisión de un reloj suizo, pero con la contundencia de un reloj de cuco: mucho ruido pero pocas nueces. Aunque las ocasiones fueron tan escasas como lluvia en el desierto, las que tuvieron lugar brillaron con la claridad de un oasis; jugadas que, en otro día, habrían cambiado el destino del partido.
Al final, el encuentro se saldó con un empate justo, de esos que te hacen pensar en la belleza de la imparcialidad y en cómo, en ocasiones, la vida decide repartir los caramelos por igual. Un resultado que, aunque no altera significativamente la tabla de posiciones, sí que deja un sabor de boca dulce para ambos equipos.
