Una afición de Primera

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Afición de Primera
La hinchda peñista llenó el Municipal y no paró de animar a su equipo, que no pudo pasar a la fase final del play-off (Foto: Francisco Natera).

diariodeibiza.es Los jugadores de la Peña Deportiva no pudieron regalarle ayer a sus aficionados la clasificación para la siguiente ronda de la fase de ascenso a Segunda B, pero se llevaron el cariño de una parroquia que llenó el campo municipal de Santa Eulària y que demostró estar ávida de un fútbol de superior categoría. Unas 1.400 gargantas se dejaron la voz y el alma para animar a los suyos, que a pesar de la eliminación final recibieron una cálida ovación que a buen seguro jamás olvidarán.

La marea blanca que inundó las gradas del coqueto estadio santaeulaliense –muchos seguidores acudieron con camisetas de ese color para acceder a las entradas más baratas– vibró durante los 95 minutos que duró el partido.

Infiltrados, entre los hinchas peñistas, algunos pocos de la Arandina. Uno de ellos, disfrazado de preso con los colores azul y blanco de la primera equipación del conjunto burgalés, ayer vestido de un amarillo que no les resultó gafe.

Desde la megafonía se intentó calentar a la afición. Entre las canciones que se escuchaban antes del inicio del choque, se mezclaron fragmentos sonoros de la película 300. La frase del rey Leónidas llamando a la batalla a sus espartanos y el grito de sus guerreros trataba de amedrentar a unos futbolistas de la Arandina que calentaban tranquilos, intentando abstraerse del ambiente.

En el fondo de la portería que defendió el meta peñista Seral en la primera parte colgaba una pancarta que decía: ´¡Hasta el final, vamos Peña!´. El mensaje avanzaba ya lo que tendrían que soportar los visitantes, que sufrieron muchísimo.

Con el 1-0 de los pitiusos, que marcó Pau Pomar de cabeza, los decibelios subieron hasta límites casi prohibidos. El público soltó la rabia contenida tras un gol previo anulado a Diego Piquero por falta al portero Juanjo. El tanto del zaguero mallorquín hacía bueno el ´Sí se puede´ que se había escuchado minutos antes.

La hinchada local perdió bríos con el 1-1 que materializó Gustavo, pero se encendió con la expulsión del entrenador Mario Ormaechea por un rifirrafe con el banquillo visitante antes del descanso. En los vestuarios hubo tensión y algo más que palabras.

Ya en la segunda parte, con el 1–2 de Yeyo, el público enmudeció, hasta que, en un visto y no visto, dos penaltis transformados por Piquero prendieron de nuevo la mecha (3–2). Se creía en un milagro que se disipó con el 3-3 de Ayrton en el descuento.

Las lágrimas de Cristian Cruz al final resumen la decepción peñista. El fútbol les debe una.

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