AD10S GEN10, por David Alba

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El Diez se revuelve en el medio del campo con la pelota cosida a la magia. El tiempo se detiene y, con él, los corazones de millones de argentinos. Las gargantas se quiebran cuando zigzaguea los dos primeros ingleses. Jorge Valdano le acompaña. Sabe que en cualquier momento, el Diego tendrá que apoyarse en un compañero. Pero ese momento no se produce y el desconcierto se traslada a las cabezas de los defensas británicos. Los nervios afloran y convierten a los experimentados jugadores en espectadores en la segunda fila porque Valdano tiene el palco de honor. Victor Hugo Morales, que narra la jugada, empieza a entender el plan maestro. “¡Genio, Genio Genio!”, exclama. En el césped se había configurado un gran tablero de ajedrez en el que Maradona iba calculando, a medida que sorteaba futbolistas, la jugada para llegar al jaque. Todavía no es mate ya que entre los tres palos se enroca Peter Shilton visiblemente molesto por lo que hoy conocemos como la mano de D10S y que se había producido, apenas 4 minutos antes (34 años después, aún le dura).

Mientras encara a Shilton, Diego recuerda algo que le dijo su hermano Hugo ‘el turco’ Maradona cuando unos años antes, en 1980, y en una jugada similar frente a Inglaterra en Wembley, falló por tocarla a un palo. “Tendrías que haber enganchado para fuera y definido con la derecha”, le dijo entonces el turco. Y así lo intentó hacer, pero Terry Butcher, se había recompuesto del recorte y volvía a por el 10 para impedir la obra de arte. No pudo. Maradona calculó también la entrada Butcher y acabó definiendo con la puntera (o exterior) izquierda.

Ese Mundial 86, ese partido contra Inglaterra, esa Mano de D10S, ese gol del siglo y aquella celebración en el vestuario argentino tras la victoria explican quién era realmente Diego Armando Maradona. Un proscrito y, a la vez, mago y héroe. Un héroe mitológico destinado, como en toda buena tragedia griega, a la gloria y al abismo.

En mi opinión, debatir sobre quién es o ha sido el mejor jugador de la historia es esteril. En el mundo del fútbol se podría argumentar por qué muchos de ellos merecerían tal consideración. Pero sería caer en una trampa ya que el fútbol siempre es y será un deporte colectivo influenciado por un sinfín de variables.

Lo que sí podemos decir es que, sin lugar a duda, Maradona era un revolucionario, la pasión y el talento combinados en un futbolista único. Es el último genio romántico de la historia del deporte junto al ajedrecista Bobby Fischer. El Mundial 86, Argentina vs Inglaterra con la guerra de las Malvinas revoloteando en el ánimo de los argentinos, es para Diego lo que la Partida del Siglo frente Spassky para Fischer (Estados Unidos vs URSS en el contexto de la Guerra Fría).

Diego, como Bobby, tenía una personalidad que trascendía lo deportivo. Un hombre que atacaba al sistema dentro y fuera de un campo de fútbol. En el césped lo intentaban detener por lo civil o por lo criminal. En lo extradeportivo, también. Tuvo muchos amigos y muchos enemigos. Su carácter no dejaba indiferente a nadie. Su avatar público acabó devorando a aquel niño de Villa Fiorito que, atado a una pelota de trapo, soñaba con ganar un mundial. Nos ha abandonado una de los personajes deportivos más importantes del siglo XX.

Descansa en paz, AD10S GEN1O.

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