La bomba se llama Marco y se apellida Borriello. El delantero –napolitano, internacional y campeón de Europa con el AC Milan– firmará en las próximas horas por la Unión Deportiva Ibiza. Su llegada a Can Misses será un empujón sin precedentes para la entidad que preside un Amadeo Salvo muy preocupado por darle a su Ibiza proyección mediática fuera de la isla. La repercusión se la aseguran el currículo del futbolista y los 1,2 millones de fans que siguen las andanzas de Borriello en su cuenta de Instagram, la red social preferida del italiano. Pero los likes y la publicidad virtual no bastarán para dar por bueno el fichaje estrella de la UD Ibiza. La dirección deportiva del club espera que Borriello, pese a su veteranía, marque la diferencia en el área contraria, que demuestre que la Segunda B española se le queda pequeña a alguien con su talento y su historial.
Borriello tiene 96 goles en la Serie A y 36 años en su pasaporte. Una carrera con bastantes momentos deslumbrantes y demasiadas temporadas para olvidar. Un carrusel de clubes profesionales a sus espaldas (además del Milan; Juventus, Roma, Genoa, Sampdoria, Cagliari… por citar solamente a los más grandes) donde, dependiendo del caso, ha sido idolatrado o denostado por aficionados y directivos. Una vida futbolística compleja que le sienta como un traje a un cannoniere que no lo tuvo fácil para llegar a la élite.
Infancia napolitana, adolescencia milanesa
Mientras Marco venía al mundo, Italia disputaba en España el Mundial’82. Fue un verano para el recuerdo en su país, pero la victoria de la azzurra en aquel torneo no le presagió facilidades en su futura carrera. El futbolista nació y se crió en San Giovanni a Teduccio, barrio humilde adosado a uno de los mayores centros de operaciones de la Camorra: el puerto de Nápoles. Crecer en el distrito con la tasa de delincuencia más grande de toda Italia condiciona una biografía.De niño Borriello perdió a su padre, asesinado por los Casalesi. Vittorio Borriello, apodado Biberón, fue absuelto después de haber sido acusado de usura y asociación mafiosa meses antes de que uno de los clanes mafiosos más temibles de la región de la Campania lo matara. Su hijo tenía solamente once años y, como les sucede a tantos otros ragazzi de la periferia napolitana, podría haberse convertido en un pequeño camorrista. Sin embargo, la fuerza de su madre, su zurda y el fútbol le dibujaron otra ruta. Cuando cumplió catorce, el Milan se fijó en él y le reclutó para su cantera. El camino hacia la élite estuvo plagado de curvas y desvíos. En juveniles, los rossoneri compartieron sus derechos con el Treviso y le mandaron ala región del Véneto. En el norte se hizo hombre Borriello y se ganó el derecho de volver a la capital económica del país de la bota. Durante la temporada 2002/2003 pudo debutar con el Milan en Liga y Champions, pero a sus veinte años estaba demasiado tierno y salió cedido al Empoli, donde marcó su primer tanto en Serie A. La temporada siguiente, siempre a la sombra de Inzaghi y Shevchenko, ganó el Scudetto, pero tuvo que volver a hacer las maletas. Desfiló por varios equipos sin destacar y regresó con los milanistas en 2006 para levantar la Champions en otra campaña donde, aunque convirtió su primer gol como rossonero en Liga, jugó poco.
Explosión en Génova
Eran los años en los que el Milan seguía siendo la guinda del imperio económico de Berlusconi y brillar era complicado para Borriello. Por eso aceptó marcharse cedido una vez más en el penúltimo intento de relanzarse. Tenía veinticinco años y una necesidad acuciante de demostrar que era un goleador fiable. Génova fue su trampolín. De potentes cabezazos, rematando al primer toque, tanto cerca como lejos de la línea de gol, o culminando algunas cabalgadas fue coleccionando méritos. Algunas de sus dianas más espectaculares son de ese período y las marcó de tijera. La acrobática postura que se ha convertido con el tiempo en el logo oficial que exhibe el futbolista en sus perfiles virtuales.
Diecinueve goles durante aquella campaña le hicieron debutar con la Nazionale y ser convocado para la Eurocopa de Austria y Suiza, en la que cayó en cuartos de final contra la selección española. Borriello estaba empecinado en triunfar y, menguado por las lesiones, aguantó otro año sin apenas minutos en el Milan para meter catorce dianas en la temporada 2009/2010. En plena madurez se había convertido en uno de los futbolistas más conocidos de Italia, en parte por sus sonados romances con modelos, presentadoras y estrellas de la televisión. Tenía un gran futuro por delante, pero la llegada de Ibrahimovic le hizo salir disparado hacia la Roma. Bajo las órdenes de Ranieri firmó un buen año y volvió a gripar durante el curso siguiente, que lo acabó cedido y ganando otra Serie A con la Juventus.
Los doce goles anotados con el Genoa (que siempre le ha abierto las puertas cuando ha querido volver a la capital de la Liguria) en la temporada 2012/2013 fueron su canto de cisne hasta que rescindió su contrato con la Roma en 2015. Después recuperó aliento el napolitano con los modestos Carpi y Atalanta, y se salió en el Cagliari. Con los sardos volvió por sus fueros hace dos campañas con dieciséis goles. Pese a su fama de disfrutón, los aficionados del Cagliari recuerdan a Borriello como un grandísimo profesional, que se entrenó a fondo para ser determinante pese a haber pasado de largo los treinta. En una entrevista concedida a La Gazzetta dello Sport el pasado 31 de julio, Borriello explicó las razones de su salida de Cerdeña, hace justamente un año. Según el nuevo delantero de la UD Ibiza, el propietario del Cagliari ordenó durante las últimas jornadas de la 2016/2017 que el pichichi del equipo no debía tirar los penaltis ni jugar todos los minutos. “Cuando firmamos el contrato, Tommasso Giulini me prometió 50 mil euros por cada gol que metiera. Fue un inconsciente o no creyó lo suficiente en mí. Le debió molestar que marcara tantos”, dijo Borriello en el periódico deportivo referencia de su país.
La mala relación con Giulini le mandó devuelta a la península pese a ser el ídolo de los tifosi del Cagliari. De nuevo, a un modesto, el SPAL de Ferrara, para tratar de llegar a su gran meta: los cien goles en Serie A. La aventura salió fatal y el dato que lo atestigua son los nueve meses que lleva Borriello en barbecho: desde el 23 de diciembre de 2017 no disputa el delantero un partido oficial. Parte de la culpa la tiene una lesión en la pantorrilla que se hizo aquel día contra el Verona; parte, que su club le acabara apartando de la plantilla en el último tramo de campeonato, cuando ya estaba sano.
Un león enamorado de Ibiza
Del inicio de verano a esta parte se ha dedicado Borriello a surcar el Mediterráneo y a celebrar su trigésimo sexto cumpleaños junto a otros futbolistas como el bosnio Pjanic, jugador de la Juve y ex compañero de Marco en la Roma, entre Miconos, Santorini y, como no podía ser de otra manera, Ibiza. Encontrarle vivienda no será complicado para Amadeo Salvo, pues Borriello es propietario de una mansión en la zona sur de una isla donde corre por sus playas, anuncia bañadores de una conocida marca de ropa interior, hace esquí acuático y se fotografía con sus perros junto a la piscina de su casa. Borriello dice estar enamorado de Ibiza. Hace seis días lo declaró en una foto que subió a Instagram, a bordo y frente a la silueta de Dalt Vila. Hace apenas unas horas, daba pistas en la misma red social de que su amor por Ibiza podía llevarle a quedarse en invierno y revolucionar el fútbol de bronce español con su fichaje. A una foto de un balón y unas botas personalizadas con las iniciales del delantero la acompaña el mensaje: Work in progress, coming soon.
El tiempo dirá si su rendimiento hace justicia al talento que ha demostrado tantas veces y, también, al deseo que expresó en las páginas de La Gazzetta dello Sport hace menos de un mes: “Soy un león herido, no quiero retirarme de esta forma. Estoy buscando nuevas emociones y una bella aventura. A los 36 años no puedo jugar todos los partidos, pero no soy viejo y dispongo de motivación suficiente para mantener la cabeza bien alta por respeto a mi carrera”. Can Misses puede ser el refugio donde este león napolitano se cure las heridas, celebre más goles y propulse a la UD Ibiza hacia el ascenso a Segunda A, el sueño que desvela las noches de Amadeo Salvo.
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