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Pablo Sierra del Sol Aterrizó hace medio año con la responsabilidad de subir a la Unión Deportiva Ibiza a Tercera División y, con el reto cumplido, tiene por delante el objetivo de estar arriba en la nueva categoría. El alcoyano David Porras ya ha empezado a entrenar un plantel de campanillas que podría hacer realidad el sueño de Amadeo Salvo de ascender un peldaño por temporada y situar, próximamente, al club en Segunda B. Porras, un técnico joven y que, siendo aún más bisoño, pudo ascender con el equipo de su ciudad a Segunda A en 2011, asume el desafío, consciente de que se le va a pedir mucho y ya, pero sin renunciar en su discurso a palabras como alegría, talento o regate. Mezclar la calidad de algunos integrantes de su plantilla con el pundonor y la entrega de otros futbolistas es su mantra para adaptarse a una Tercera donde muchos rivales esperarán con ganas a este nuevo Ibiza que quiere rememorar los tiempos felices de otras versiones del club vilero. Paseando por la parte antigua de la ciudad, David Porras, que se acaba de mudar a las cercanías de Vara de Rey y anda cogiéndole el pulso al ritmo a las calles de Vila, explica sus inquietudes y preferencias futbolísticas a un mes de que empiece su primera campaña completa como técnico del Ibiza.

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–¿Cómo se puede mantener enchufada a una plantilla con tanta calidad en una categoría como la Tercera balear?

–El año pasado, a pesar de jugar en una categoría como la Regional, me encontré con un grupo humano de muchísima calidad. Se entrenó con mucha intensidad y se jugó con mucha ilusión. La gente entendió que subir a Tercera nos beneficiaba a todos. Varios futbolistas que no disputaron muchos minutos acabaron siendo clave en el playoff. Esa gente da competitividad al que está jugando para que no se duerma. Si el que juega lo hace bien, el que está en el banquillo lo tiene que entender y esperar su momento, que los habrá.

–¿Ves ilusión en la plantilla que estáis confeccionando para este año?

–El futbolista viene convencido de que el proyecto es serio e ilusionante. Es lo que les atrae y ellos entienden que la experiencia que tienen es la base para construir unos buenos cimientos que nos haga estar arriba en la Tercera balear.

–¿Llenar Can Misses es uno de los goles más importantes que hay que meter?

–Hablar del Ibiza es hacerlo de un club histórico que ha conseguido meter a tres mil personas en este estadio. Contar con el jugador número doce es fundamental porque la afición es lo que te da el plus para apretar en el minuto 95 de los partidos.

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–¿Qué futbolistas de la plantilla pueden encandilar al hincha?

–El jugador de raza y pundonor, honrado y trabajador, que se deja la piel y el hincha lo sabe interpretar, es muy importante. También, lógicamente, el talento que van a demostrar algunos integrantes de la plantilla será la chispa que enamore a más de un aficionado. Buscamos equilibrio en el bloque, que cada uno asuma su rol y que interpretemos que todos vamos a tener que trabajar y defender en algunos momentos. En Tercera hay que leer muy bien los partidos y ser prácticos para que, después, la calidad de algunos futbolistas marque las diferencias.

–Aquello de “tener más moral que el Alcoyano” es verdad o un tópico instalado en el acervo del fútbol español.

–Yo he vivido el día a día de un club que tiene a una afición exigente pero que premia el trabajo y la entrega. En Alcoi se sienten identificados con el futbolista comprometido. En cualquier falta lateral o córner tienes al público empujándote. El ADN del Alcoyano es pelear hasta el último suspiro y yo lo tengo impregnado en mi manera de entrenar.

–El Collao es un campo especial.

–Se dice que es un estadio muy inglés, donde la gente está muy encima y donde se vive el fútbol con mucha intensidad. Eso es algo muy bonito; ojalá se pueda reproducir aquí en Ibiza, donde ya sucedió hace décadas. En Alcoi la gente tiene al club muy en el corazón: son de ponerse la camiseta los domingos para salir a tomar el aperitivo y luego subir al Collao a ver el partido de su Deportivo Alcoyano.

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–¿Te haría ilusión dirigir a la UD Ibiza en estadios como el propio Collao, o el Martínez Valero o Son Moix?

–Esos estadios dictaminan que estás en una categoría importante y le aportan al futbolista un puntito de motivación que dan sentido a su oficio. Si encima, hay gente en la grada, uno se siente orgulloso de ser futbolista. Pero para conseguir esa meta va a haber que trabajar muchísimo y, si se consigue el ascenso, mimar mucho el proyecto para consolidar lo conseguido.

–¿Cómo te llegó la oportunidad de convertirte en primer entrenador del Alcoyano? Estaba el equipo a las puertas de un playoff a Segunda A.

–Era mi segundo año como segundo entrenador de Paco López, un míster al que tengo muchísima estima y del que aprendí muchísimo. El equipo llevaba varios años intentando el ascenso y, aunque estaba en la lucha, llevaba una tendencia un poco a la baja. La directiva decidió cambiar de técnico y me sorprendió que apostaran por mí porque tenía muy poco bagaje en el fútbol profesional. Fue una sensación extraña: me dolió que prescindieran de Paco porque me sentía muy vinculado al trabajo que había hecho en el club, pero al mismo tiempo era una oportunidad muy grande para mí en el equipo de mi ciudad. Mi continuidad lógicamente estaba vinculada a entrar en el playoff. Lo conseguimos y luego fuimos capaces de superar tres eliminatorias durísimas. Pudimos dar ese saltito de calidad que supone entrar en la Liga de Fútbol Profesional, algo que le vino muy bien a la ciudad.

–¿Los aficionados y los periodistas somos conscientes de lo complicado que es conseguir un ascenso?

–Yo creo que sí que lo entendéis; puede que se mezclen sentimientos porque estamos hablando del equipo que muchos aficionados o periodistas llevan en el corazón, y les encantaría verlo en una categoría superior, donde nunca ha estado el club o donde hace mucho tiempo que no vuelve. El Alcoyano llevaba cuatro décadas sin estar en Segunda A cuando conseguimos el ascenso. El proceso para ascender explica perfectamente esa dureza. El año pasado lo comprobamos aquí. El Ibiza estaba confeccionado para subir pero costó porque en el campo te acabas cruzando con equipos que están a la misma distancia que tú de subir. Las plantillas dan relativamente igual cuando hay tanto en juego. Para los jugadores son días de tensión y emociones. Hay que cuidarlos y entenderlos para que den lo máximo en esos días clave. La comunión entre los miembros de la plantilla y el cuerpo técnico, la afición y la ciudad, es importantísima. Los recuerdos de esos días no se borran nunca.

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–He escuchado a más de un futbolista que ha ganado títulos decir que, a nivel sentimental, un ascenso a Primera no lo cambia por nada en el mundo.

–Piensa que la Segunda es una categoría larguísima, que se juegan 42 partidos y, luego, cuatro equipos siguen jugando por la última plaza que queda para subir. Algo parecido ocurre en Segunda B y Tercera. Son momentos complicados porque todo el trabajo de una temporada se pone en juego en unas pocas semanas en las que te puede tocar vivir una racha negativa que lo manda todo el traste. Influyen mucho las lesiones, sanciones, estados de ánimo… No sé si el formato de jugártelo todo en una eliminatoria directa si eres campeón o en tres rondas si quedas segundo, tercero o cuarto es el ideal, pero es complicado encontrar otro sistema. La fase final forma parte de este negocio.

–¿Cómo describirías la Segunda A? ¿Qué recuerdos te llevaste de aquella experiencia en el Alcoyano?

–La Segunda es preciosa. Mucha emoción, igualdad y estadios con encanto y aficiones muy entregadas que llenan esas gradas y dan tanto colorido. Además se protege mucho al futbolista, que se siente querido de verdad. Cualquier jugador de un nivel bueno en Segunda tiene la Primera muy cerca.

–¿Cuál es la clave de que sea una división tan loca y competitiva?

–Si exceptuamos a los tres o cuatro máximos presupuestos, que llevan a esos equipos a estar normalmente arriba, el resto de clubes parten con recursos parejos. Las aficiones aprietan mucho, hay jugadores que pasan desapercibidos pero que pueden definir un partido en una acción concreta en casi todos los equipos y puntuar fuera de casa es muy complicado. Por eso, a falta de pocas jornadas, puede haber nada más que tres o cuatro puntos entre el segundo y el octavo clasificado.

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–¿Cómo se procesa una destitución como la que viviste cuando el Alcoyano se metió en descenso en la segunda vuelta del campeonato después de un inicio prometedor para un recién ascendido?

–Éramos un equipo nuevo en la categoría y, si hubiéramos sufrido en las primeras jornadas, nos habríamos desgastado mucho. Puntuar con facilidad en el inicio nos dio tranquilidad pero nos puso el listón muy alto. No pudimos reforzarnos en el mercado de invierno y las segundas vueltas son muy duras en Segunda. Entramos en una mala racha de seis o siete partidos y, tras perder 3-0 en Riazor, caímos al descenso por primera vez en la temporada y acabé destituido. Duele, pero lo entiendes porque así funciona el oficio de entrenador. Sí que, lógicamente, fue especialmente duro al tratarse del equipo de mi ciudad, donde había sido jugador y luego técnico del fútbol base antes de llegar a ser ayudante y entrenador del primer equipo. Lo que deseaba es que el Alcoyano pudiera salvarse, pero no se pudo conseguir y el equipo volvió a Segunda B.

–¿Cómo te aficionaste a este deporte? Sois tres hermanos y todos acabasteis jugando en el fútbol semiprofesional.

–Mi hermano mayor es quien marca un poco la pauta y los pequeños fuimos detrás. Nos criamos con un balón en los pies, pasabas muchas horas en la calle porque no había tantos medios para entretenerse. La calle te da algo diferente.

–¿Sigues viendo esa genética callejera en algún futbolista que haya pasado por tus manos?

–Ese ADN se diferencia, pero es cierto que ahora todos los clubes tienen su escuela y todo se tecnifica ya desde que el jugador es bien pequeño. Eso me parece un avance porque permiten que los chavales entiendan cómo funciona a nivel profesional este deporte. Pero la calle no hay que perderla porque aportaba esa pillería y desparpajo que ahora falta. Se trabaja mucho más la técnica y el posicionamiento, que son importantes, pero se deben complementar con la esencia callejera, especialmente en las posiciones de ataque. Cuando te digo esto pienso en ese futbolista capaz de hacer un regate rozando mínimamente el balón, o que se deja caer cuando le tocan en el área. Eso sí, el trabajo que se hace ahora a nivel físico o mental con los futbolistas antes era algo desconocido.

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–Hay una anécdota que explica bastante bien la carrera de Emilio Butragueño, que fue esa clase de jugador que tú describías. Él no se federó hasta que edad juvenil. Se presentó a unos partidillos que organizaba el Real Madrid en su antigua ciudad deportiva con el único bagaje de las ligas escolares que había jugado en su colegio, pero su manera alegre y sin tapujos de jugar al fútbol encandilaron a los entrenadores de la cantera madridista. Un par de años después ya estaba jugando partidos de Liga con el primer equipo.

–El futbolista callejero lo que quiere es divertirse jugando. No piensa en que quiere ser profesional y ganar mucho dinero. Ese tipo de jugador traslada la diversión con la que interpreta este deporte a la competición y hace gozar al aficionado. Lo hemos visto con superdotados como Zidane, Ronaldo o Ronaldinho. Cuando ves las cosas que hacen en el campo te preguntas cómo es posible que arriesguen así con todo lo que está en juego. Si tienen que hacer un sombrero o tirar un caño en el borde del área, lo hacen porque así interpretan el fútbol desde que empezaron a jugarlo en la calle. Ahora, quizás, le metemos demasiada presión a los chavales desde que son alevines y eso puede bloquearles cuando suben a categorías más adultas. A mí me gusta que mis futbolistas compitan divirtiéndose y que le aportan al juego ese punto de diversión que siempre es importante para disfrutar lo que estás haciendo. Ese disfrute no está reñido con el esfuerzo máximo que se tiene que demostrar.

–¿Qué entrenadores crees que practican esa filosofía?

–Afortunadamente hay ejemplos en la actualidad. Valverde es un entrenador que me encanta: es respetuoso, tiene trato respetuoso y cercano con el futbolista, tiene una filosofía muy clara, y creo que ha sacado el máximo rendimiento de la mayoría de plantillas que ha dirigido. Normalmente, un futbolista explota sus condiciones cuando hace lo que le gusta. Eso se nota, se palpa. Para mí, Valverde es un entrenador que trabaja tácticamente sus equipos y compite bien.

–¿Cómo crees que le va a ir en el Barça?

–Es su gran reto y se le va a exigir muchísimo. El entorno de un club como el Barça no es sencillo porque no permite un empate en ciertos campos, pero creo que Valverde, uno de los mejores entrenadores que hay en España, es un tipo muy hábil para gestionar la inteligencia emocional de sus futbolistas.

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–¿La manera de ser de un entrenador y sus relaciones con afición y prensa ayudan a que el club tenga más paciencia para que desarrolle su proyecto?

–Cada uno tiene su manera de enfocar las cosas. Cada uno busca su método. Hay entrenadores a los que les gusta más tensar la cuerda e interiorizar ese punto de exigencia que luego transmite hasta en las ruedas de prensa. El periodismo forma parte de este mundo y yo soy partidario de que haya buena relación, que incluso haya feeling para que esa comunión sirva en los momentos determinados en los que hay que ir de la mano. Yo sé en qué puntos me he podido equivocar haciendo mi trabajo y la prensa, al final, va a interpretar cómo lo hago y no me queda otra cosa que respetarlo.

–Tus orígenes como míster están en el fútbol base. ¿Cómo es la cantera que estáis armando en la UD Ibiza? ¿Vas a estar pendiente de las categorías inferiores del club?

–Es una de las cosas que se quiere potenciar en la entidad. Tendremos un filial para tener controlados a una serie de jugadores que a lo largo del año pueden entrar en el primer equipo si hay lesiones o contratiempos, y que pueden entrenar con la plantilla de Tercera para que haya más competitividad. En las categorías más bajas sabemos que hay muchos clubes en la isla, pero vamos a estar muy encima para que nuestros equipos de chavales se formen lo mejor posible. Vamos a desarrollar una metodología para que todos los equipos trabajen igual y apliquen una filosofía pareja a la que se está desarrollando en el primer equipo.

–La cantera, al final, forma parte del entramado social, algo fundamental si se quiere ver buenas entradas en Can Misses.

–Eso es. Para mí es fundamental que haya una gran familia, que muchos padres vean cómo van creciendo sus hijos. Los pequeñajos tienen que ver en los futbolistas profesionales un espejo en el que mirarse. Con el tiempo, se podrán tener a cuatro o cinco referentes en la primera plantilla. Ojalá que eso ocurra porque luego es esa gente la que transmite los valores del club a la gente que viene de fuera.

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