Andrés Vicario Hernández. El fútbol es ese deporte que se cría desde pequeños, algo que se lleva en la sangre, una sensación imposible de describir. Para saber lo que es, simplemente hay que vivirlo. Uno empieza a disfrutar del fútbol cuando le regalan el primer balón, da las primeras patadas, marca los primeros goles y tiene sus primeros piques con los compañeros.
Cuando un niño hace y siente todo lo anterior, puedes tener por seguro que el fútbol será su deporte favorito y su pasión, Poco a poco se van avanzando etapas pero, antes de eso, ruega y pide a sus padres que le apunten a un equipo. Por fin, tras varios meses de insistencia, viendo que es su deporte preferido, los padres deciden apuntarle. En este momento comienza su etapa profesional. Poco a poco irá aprendiendo a jugar cada vez mejor para, tras unos años, convertirse en todo un profesional.
Primeros entrenamientos y partidos oficiales
Llega el inicio de temporada y lo primero son los entrenamientos. Entrenamientos a los cuales los niños acuden con toda la ilusión del mundo, con el entusiasmo por todo lo alto y la mayor de sus ganas para cada fin de semana conseguir una victoria. Los primeros días se hacen duros, con mucho ejercicio físico y poco toque de balón. Se empiezan a dirimir los titulares de los primeros partidos, todo empieza a formarse. También, por desgracia, llegan los primeros descartes.
Llega el primer partido y no sé por qué motivo, pero siempre los partidos de los pequeñajos son a primera hora de la mañana. Con cara de sueño y con los ojos medio cerrados empiezan a llegar a los niños al campo de juego, se cambian entre risas y después llega la seriedad en el calentamiento. Comienza el partido, llegan las primeras faltas, los primeros goles, la primera victoria y la alegría inunda a niños y padres. Ya las posibles estrellas empiezan a mostrar sus dotes y quizá los ojeadores del futuro no sepan que ahí está el talento.
El talento en el fútbol es algo innato, algo que se lleva dentro, es un sentimiento con el que se nace y que aflora desde esa primera vez que un niño toca el balón. Así va pasando la temporada, con goles, derrotas, victorias, alguna que otra lesión, felicidad y tristeza. Van pasando los años y, poco a poco, se van vislumbrando cada vez más los jugadores que llegarán muy lejos en el fútbol. Otros lo dejan y se dedican a otras cosas, pero los buenos, los cracks, continúan entrenando y jugando en los campos de su ciudad.
Etapa cadete-juvenil: pelea por un puesto en el once
Es un paso muy importante, la etapa más complicada, años complicados para las personas, donde quizá la cabeza se vuelve loca y hay poco orden, pero aquí, en este instante, siguen apareciendo las estrellas que saben cuidarse, asentar su mente y seguir luchando por el sueño de jugar en los mejores estadios del mundo.
Cuando llega la zona de cadetes, los partidos empiezan a ser más importantes, empieza a florecer la competitividad y con ella, las primeras broncas y primeras peleas en partidos de alta tensión. Aquí me voy a permitir un inciso, voy a hablar personalmente de lo que me gusta ver estos partidos, tanto de cadetes como juveniles, ya que ahí es realmente donde todos los jugadores pelean por su sitio en el once. Ves que ponen empeño en el juego y cada vez que bajas a verles jugar, vuelves a casa comentando que varios jugadores valen para jugar en las categorías profesionales del fútbol español unos años más tarde. Si no lo hacéis, os aconsejo que probéis un fin de semana a ver partidos de estas categorías, os aseguro que lo pasaréis muy bien.
Un gran paso: categorías semiprofesionales
A partir de la categoría juvenil empieza a hacerse un fútbol más serio. Los equipos piden más a sus jugadores y no cualquiera puede entrar en el once inicial, solo los mejores lo logran. Tras tres años jugando en juvenil llega el momento más difícil de un futbolista: decidir si seguir peleando por su sueño, o dejarlo y dedicarse a su profesión real. La mayoría deciden seguir peleando por el sueño de ser futbolista profesional: de juveniles pasan a las categorías semiprofesionales.
Primero pasan por Regional o Tercera División, dependiendo de la ciudad donde viva y donde esté el equipo de dicha ciudad. Son categorías difíciles, donde todo el mundo lucha cada balón como si fuera el último y donde la rivalidad dentro del equipo muchas veces hace que el propio conjunto no funcione y se tomen decisiones drásticas.
Ahí es donde empieza la etapa complicada, empiezan a salir las estrellas a la luz pero pronto llegan los ojeadores para llevarse a los mejores a equipos más grandes. Por pena para los equipos pequeños, normalmente las estrellas les duran poco. Suelen irse a mejores equipos para continuar su progresión futbolística y evitar el estancamiento. Esa es la siguiente etapa, dejar la ciudad natal y hacerse hueco en un equipo grande.
Nuevo equipo, nueva vida
Empiezan a llegar las ofertas y deciden cambiar de ciudad o pasar al primer equipo de su ciudad natal. Comienza la etapa quizá más feliz de un futbolista y, como siempre, arranca en la división de bronce del fútbol español, en la Segunda División B. Es una categoría preciosa de ver, donde ves un fútbol totalmente distinto al fútbol de salón. Ves jugadores que posiblemente pudiesen estar en equipos mejores pero que disfrutas viéndolos cada quince días vestir la camiseta de tu equipo. Aquí ya las estrellas suelen estar tan solo una o dos temporadas para después emigrar a alguna ciudad con equipo en Primera o Segunda División.
Cuando un jugador decide dar este paso, los primeros meses son complicados. Cambio de ciudad, dejar todo atrás, empezar una nueva vida en un nuevo equipo. La adaptación es complicada, pero si quiere llegar a ser uno de los jugadores importantes del fútbol tiene que pasar por ello. Tras unos meses de complicaciones llega la felicidad, esa de jugar cada fin de semana en una de las dos grandes categorías del fútbol español. Llegar a estadios fantásticos, jugar ante mucha más afición y tener más responsabilidades.
Primero se convierte en estrella de su club, empieza a sentir la presión de echarse a su equipo a la espalda y de llevar la manija dentro del terreno de juego. Empiezan a llegar ofertas de equipos de Primera División, empiezan a hablar de él en la prensa y, si un jugador quiere llegar a ser grande, debe mantener el nivel y saber sobrellevar la presión.
Por último, asentarse en la profesionalidad
Llega la mejor de las noticias para un jugador, llega el desembarco en un club de Primera División. Allí intentará hacerse importante, asentarse y, si puede, seguir ascendiendo en el fútbol mundial o hacerse icono en el club. Cualquier decisión es buena. Mirará atrás, verá todas las etapas que ha ido quemando y pasando con más pena o más gloria y se dará cuenta que tendrá que asentarse y hacerse grande en el fútbol español.
Así es como un futbolista se va haciendo grande, va aprendiendo a jugar con más calidad y con más clase, aunque todo eso se va aprendiendo jugando partidos, teniendo lesiones y sabiendo reponerse, teniendo broncas y levantándose de cada caída. Todos los jugadores, incluso Messi o Cristiano, tienen que pasar estas etapas para llegar donde están.
Aunque siempre se va a lo fácil, al fútbol de salón o de televisión, aunque veamos jugadores excepcionales, con un toque especial y con una clase diferente a la de los demás, no debemos olvidar que primero se han paseado por campos pequeños, posiblemente embarrados, llenos de tierra o incluso completamente encharcados o nevados. Tras esto llegan sus años más felices, en los que pasean su calidad por todos los campos españoles y muchos, por los campos europeos incluso mundiales. Estas son las etapas de un futbolista, las bonitas y las menos bonitas. Sigan disfrutando del buen fútbol, tanto de profesionales como de pequeños.
Fotos del texto: migeneracionz.blogspot.com; latinocalifornia.com; cfgava.blogspot.com y VAVEL.com.